14 Inkas, el primer vodka peruano elaborado con papas nativas, extrae la esencia del tubérculo que cultivan en las alturas de la cordillera los agricultores peruanos, con métodos ancestrales y en extremas condiciones de dificultad.
Aunque, en cuestiones espirituosas, lo más recurrente sea asociar al Perú con el pisco, su bebida emblemática –y en particular con el delicioso pisco sour, el cóctel que le ha otorgado más fama–, existen en este dichoso país otros destilados con notable arraigo. Empezando por el ron, que ha liderado el consumo en las últimas décadas y concentra la producción local de bebidas alcohólicas, para sorpresa de muchos observadores foráneos (tras la pandemia, las preferencias parecen estar dando un giro, sin embargo).
Las destilerías peruanas producen asimismo whisky e incluso vodka, aunque paradójicamente la materia prima básica para obtener los aguardientes básicos han sido tradicionalmente el maíz y los cereales. ¿Vodka de maíz en el territorio originario de las patatas? Pues sí.
El proyecto de 14 Inkas, que ha impulsado Omar Cosio –un inquieto emprendedor ligado al mundo del marketing– e implica a otros jóvenes profesionales dispuestos a romper moldes, ha puesto fin a este absurdo.
Dispuestos a poner en valor la excelencia de un patrimonio sin parangón –Perú cuenta con 4.000 variedades de papas, nada menos–; a distinguir la importancia del trabajo de los agricultores que con métodos y herramientas milenarias proveen las mejores materias primas y contribuyen a preservar la biodiversidad; aportar riqueza a las comunidades más remotas de los Andes peruanos, trabajando según los postulados del comercio justo. Y a producir un vodka con características singulares, que exprima la esencia de una materia prima con rasgos únicos. Con estos cuatro objetivos, los cinco socios de 14 Inkas se lanzaron hace ya más de un lustro a una apasionante aventura .
La selección de la papa idónea, entre las 4.000 posibles, no fue sencilla. Porque los responsables de este proyecto buscaban una papa nativa, cualidad que no pocos expertos desaconsejaban. Tras centenares de pruebas, la elección recayó sobre la variedad muruhuayro, cultivada en la Comunidad Andina de Huancavelica, que agrupa a más de 150 familias de agricultores. Con este tubérculo de destilaron las primeras partidas del vodka 14 Inkas, en un alambique de cobre que se instaló en la sede de la joven compañía, en el barrio limeño de San Juan de Miraflores.
Las primeras botellas se presentaron en sociedad en 2017 y llamaron la atención tanto por su contenido –¡un vodka con aroma y sabor!– como por su diseño, con enigmáticas formas geométricas, en negro, blanco y dorado y sin texto alguno. A simple vista pueden interpretarse como un alarde de excéntrica modernidad, pero lo cierto es que en su sobrio esteticismo remiten a la iconografía inca. El desarrollo gráfico de la presentación es, además, múltiple, porque este vodka se comercializa con 14 etiquetas distintas, siempre con los mismos preceptos estéticos.
14 Inkas comenzó a cosechar premios en certámenes internacionales de bebidas espirituosas apenas un año después de su estreno, atesorando un palmarés de ocho medallas de oro en los mejores concursos (tres de ellas obtenidas de manera consecutiva en el San Francisco World Spirits Competition, el evento de mayor prestigio en este sector). En este 2022, el vodka peruano apunta al mercado europeo. En España, de momento, ya puede probarse en algunos restaurantes y coctelerías, pero no será raro verlo pronto también en tiendas especializadas. Su expresión ligeramente dulzona, exótica –puede recordar a fresas, incluso–, y su boca plena, con el alcohol bien integrado, se antoja un componente atractivo también para la coctelería.
Los paladares y pituitarias más curiosos querrán saber que en el alambique de 14 Inkas ya no solo se destila la mencionada papa muruhuayro. Del mismo artilugio nacen los vodkas de edición especial de la casa, de variedades que suenan a paraíso licoroso: puca soncco, camotillo, q´eqorani… Todas de producción rigurosamente limitada, ¡ay!
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