Aunque la sugerencia de llevar a un «rancio» a la mesa navideña se antoja, cuanto menos, atrevida –sino directamente descabellada–, en términos vinícolas puede ser un acierto. Ya que los llamados vinos rancios componen un capítulo singular, poco frecuentado y muy sugerente en el amplio espectro de los generosos españoles.
Un apartado al margen de los generosos vernáculos más conocidos –los del Marco de Jerez y Montilla-Moriles– e incluso los de Rueda, cuyos tradicionales Dorados han conseguido reivindicar su condición, salvando la desdicha del olvido.
Buen ejemplo de ignorada diversidad de los generosos españoles son, justamente, los eminentes rancios que hoy aquí nos ocupan. Que el igualmente eminente experto José Peñín describe así en su Diccionario Espasa del Vino: «el vino rancio es aquel que ha estado expuesto a la acción del oxígeno. También se aplica a aquellos expuestos al calor. Su utilización está muy extendida en el caso de los vinos dulces, ‘Garnatxa’ catalanes o en el de los vinos fortificados olorosos y rancios de Valencia y Alicante».
Hay que destacar que la referencia que hace el maestro Peñín a los olorosos confirma la evidencia de que la tradición de someter los vinos a un proceso de crianza oxidativa no es exclusivamente jerezana. La costumbre de encabezar los vinos con alcohol y conservarlos durante largos años en barricas estuvo muy arraigada en muchas regiones vinícolas de España. Al igual que otras zonas del mundo donde el hombre debió ingeniárselas para conservar el vino de la mejor manera. Era un método para que esta bebida no se echara a perder y, por el contrario, adquiriese un bello color caoba, aromas intensos de frutos secos, especias y madera vieja y un paso por boca suave y envolvente.
Menos conocidos que los generosos jerezanos que por fin han comenzado a recuperar el terreno perdido, los nobles rancios catalanes también merecen una oportunidad.
Son una gema enológica que igualmente despliega sus matices en una rica diversidad: pueden ser secos o dulces; su elaboración contempla tanto variedades tintas (monastrell, garnacha tinta, cariñena) como blancas (garnacha blanca, macabeo, moscatel, picapoll) y el proceso de crianza puede tener lugar en barricas o en grandes toneles de madera (de roble o castaño, en el interior de las bodegas, aunque también pueden estar expuestos directamente a la la acción del sol, a cielo abierto.
Para aquellos que estén dispuestos a dejarse seducir por el complejo encanto de los rancis catalanes, sugerimos en estas fechas señaladas uno de los vinos que extrae la familia Roqueta de las botas centenarias alojadas en el sótano de su masía de Santa Maria de Horta de Avinyó.
La masía, de origen medieval y localizada en el corazón del Bages (Barcelona), atestigua los inicios de la actividad vinícola de los Roqueta en el año 1199, una familia que hoy cuenta con sitúa sus marcas e cuatro Denominaciones de Origen.
En cualquier caso, cuando se visita la masía y se descienden los peldaños que conducen a la bodega particular de la familia, la emoción está asegurada ante la imagen de las viejos toneles y la riqueza de los aromas que estos desprenden. Para los Roqueta, todo ello ha formado parte de su paisaje cotidiano y nunca lo han percibido como algo extraordinario. Casi ha habido que convencerlos para que se animaran a comercializar los rancios monumentales que albergan las botas de la masía.
Finalmente, así lo han hecho, desplegando sus rancios en una gama de tres vinos: Sagristia C-1, el que hoy aquí presentamos y recomendamos para la sobremesa navideña, es un coupage de diferentes barricas seleccionadas de diferentes espacios del sótano de la masía. Vinos de entre 40 y 70 años, añejados en botas de roble y castaño. Es un rancio muy representativo del estilo de la casa: intenso, fino, punzante, con recuerdos de fruta madura, piel de cítricos, pastelería… persistente y agudo. Un vino muy especial. Tenso y vibrante. La saca de es julio de 2021 y solo se han embotellado 1.387 botellas.
Además de este que hoy sugerimos, existe un R-2, de barrica única (actualmente agotado, creemos), y un 13-12, del que solo se han embotellado 50 botellas, aún más difícil de encontrar.
De momento, empezamos con el delicioso Sagristia C-1 ¡que es el que tenemos! Brindamos con el deseando a los asiduos al Bar de Gastroactitud una Feliz Navidad. Y a los demás, también.
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