Aunque pocos dirían que el viñedo de mayor altitud de la Europa continental se encuentra en territorio murciano, allí está Alto de Inazares para romper estereotipos y despertar sorpresas: 1.373 metros sobre el nivel del mar, en un marco geográfico privilegiado, único.
La bodega en cuestión se encuentra en Inazares, en el término municipal de Moratalla, en el noroeste de la región de Murcia, un recóndito paraje de marcado carácter mediterráneo, donde el paisaje lo conforman montañas y valles de encinas y pino negral, en un bosque en el que no faltan el romero, tomillo, sabina, enebro, lentisco y otras plantas con su aromática impronta.
Territorio fronterizo, Inazares fue probablemente un asentamiento bereber por el que también pasaron árabes, romanos… Y que desde el siglo XI ha mantenido su estilo de vida casi inalterado. Hoy, sus 18 vecinos contemplan el mejor cielo que puede verse desde Europa, según los informes que en el año 2000 realizó la NASA sobre observación astronómica en este continente.
La idea de introducir la producción vinícola en este lugar es relativamente reciente. Se debe a José Andrés Prieto y su familia, quienes llegaron al pueblo en mayo de 2000, causando no poco revuelo cuando decidieron sacar partido a una loma improductiva con un cultivo que jamás se había experimentado en la zona: la vid.
Aunque fue a partir de 2010 cuando en realidad se dinamizó el proyecto que haría realidad plantar las viñas en las cotas más elevadas de la Europa continental. Y en un terruño prácticamente virgen desde el paso de los romanos, en el 150 d.C.
De eso han pasado ya más de diez años. Y hoy, cuando los cultivos de altura representan una evidente ventaja frente al cambio climático, lo que toca es analizar con espíritu crítico los vinos de esta bodega murciana que ha sabido ser pionera en alcanzar las cotas más altas de Europa para cultivar viñedos.
A falta de catar el Pinot Noir de la casa –su vino más laureado, que puede ser muy interesante, ya que no es una variedad que acabe de cuajar bien en estas latitudes, al menos en altitudes menos elevadas-, hemos decidido centrarnos en esta ocasión en el Syrah 2020. Aún cuando en El Bar de Gastroactitud somos también muy escépticos con los vinos mediterráneos elaborados con esta uva -salvo los originarios del valle del Ródano, claro está, que son el mismísimo modelo de tipicidad de la syrah–; porque en territorios meridionales y con exceso de horas de sol, esta variedad se convierte en una golosina algo empalagosa, que extravía sus virtudes esenciales.
En el caso de Alto de Inazares Syrah 2020, probablemente debido a la bendita altitud, a la naturaleza de la parcela La Carrasca (con suelos de margas grises, sobre una roca madre caliza) –o también a la sensibilidad de la enóloga, que ha sabido pausar la crianza durante 9 meses, sobre lías, sin contacto con madera– no hay nada que no nos guste de los syrah vernáculos en este syrah murciano. Y al mismo tiempo muchos ecos de los mejores syrah del mundo en este syrah murciano; finas notas de bayas silvestres, acentos florales, apuntes herbáceos y minerales… Por todo ello recomendamos probarlo. Es un vino diferente.
Vivan los viñedos del altura… ¡¡y viva Murcia!!
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