Los Michelini son una familia de viticultores notablemente prolífica, muy relevante en el universo del vino de su país de origen, Argentina, pero cuya presencia alcanza también a los viñedos de Uruguay y España. Descendientes de inmigrantes italianos establecidos en la provincia de Mendoza –la más importante en la producción de vino en el país sudamericano–, la pasión por el vino llevó a cuatro de los hermanos Michelini a consagrarse a esta actividad. Así, tanto Gerardo, Gabriel, Matías como Juan Pablo Michelini han destacado impulsando sus propios proyectos –Zorzal, Altar Uco, Passionate Uco, Sitio La Estocada, Michelini i Mufatto– o aliándose entre ellos para consolidar la bodega que comparten, SuperUco.
Los más intrépidos han ido más lejos, viajando para emprender nuevas aventuras allende los mares. Es el caso de Matías, que elabora vinos en Galicia y Navarra. O Gerardo, que en 2015 también estableció una bodega junto a su mujer –Andrea Mufatto–, en el Bierzo. Este proyecto (Michelini i Mufatto) trajo a España a su hijo Manuel, que aún siendo muy joven asumió responsabilidades y fue pasando cada vez más tiempo en este país.
Ello le llevó a descubrir nuevos territorios y conocer gente. Lo que dio a luz un nuevo proyecto. «Cuando llegué a Labastida, en Rioja Alavesa, no pude pensar en otra cosa que no fuera hacer mi vino allí. Reconocí ese lugar como mi lugar en el mundo», confiesa Manu.
La suerte quiso que en 2019 se cruzara con Carlos Fernández, viticultor muy arraigado en esa zona, a través a varias generaciones. «Yo tenía entonces 23 años –cuenta Michelini– pero la sinergia fue automática, así que decidimos trabajar juntos y dimos vida a Dominio del Challao«.
Los vinos de esta insólita sociedad alavesa-argentina tuvieron una excelente acogida ya desde su primera añada, 2020. Quizás porque aportan al escenario de la región otros aires. Valga la nueva añada de este Angelita de Challao, 2021, para entenderlo.
Es un tinto ágil, fresco, aunque ciertamente complejo, con un pie en la modernidad y otro en la tradición. Un vino de pueblo seguramente singular, que ensambla nada menos que ¡diez variedades! tintas y blancas que crecen en parcelas dispersas en el entorno de Labastida: tempranillo, garnacha tinta y blanca, graciano, mazuelo, malvasía, viura… y algunas más. Cultivo biodinámico, labrado con animales, y 20 meses de crianza en barricas usadas dan lugar a un vino de trago fácil y placer inmenso.
En Rioja, por lo visto, aún hay mucho por hacer y descubrir si se llega con una mirada joven, distinta e inspirada.
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