El viñedo gaditano es un escenario cada vez más interesante, tanto en lo que respecta a la elaboración de vinos generosos como a los llamados «vinos de pasto» –blancos que no recurren al encabezamiento con alcohol– y también a tintos como el que hoy aquí nos ocupa.
Se trata de la última novedad que presenta al mercado Alberto Orte, uno de los actores más singulares del escenario vitivinícola andaluz. Orte, que nació y dio sus primeros pasos profesionales en el seno de una familia de viticultores y bodegueros con raíces en Montilla-Moriles, más tarde abriría sus horizontes fundando una compañía de importación y distribución de vinos en los Estados Unidos, Olé & Obrigado, junto a su amigo Patrick Mata.
Aún cuando este negocio le ha valido el éxito empresarial, Alberto ha persistido en el estudio de la viticultura y la enología, para profundizar en los orígenes del estudio de la ampelografía en España a través de sus primeros investigadores –Simón de Rojas Clemente y Esteban Boutelou–, lo que lo ha llevado a explorar numerosos terruños y aventurarse en la recuperación de variedades de uvas olvidadas.
Orte cuenta con proyectos en diversas regiones vinícolas de España, aunque es en Jerez donde ha puesto más ilusión y empeño. Asentado en El Puerto de Santa María, ha sido pionero en la recuperación de variedades ancestrales para la elaboración de vinos de calidad sin fortificar en la Tierra de Cádiz, a través de la Compañía de Vinos del Atlántico.
Para llevar a buen fin su proyecto, Alberto comenzó a trabajar en 2011 con tres parcelas en el histórico Pago de Añina, cuyos antecedentes víticolas se remontan a tiempos romanos.
En una de estas tres parcelas (Campo Madre de San Cristóbal), Orte se aplicó para recuperar variedades autóctonas hasta disponer de una auténtica Arca de Noé ampelográfica, con 26 variedades, 9 tintas y 17 blancas. Algunas de ellas han dado lugar a vinos notables que ha firmado la Compañía de Vinos del Atlántico en años recientes, como el delicioso Atlántico Blanco –monovarietal de vigiriega blanca–, Vara y Pulgar – blanco y tinto– y el más reciente Atlántida Tintilla.
Sin embargo, ninguno de estos vinos ilusiona tanto a Alberto Orte como el que último de su colección, Atlántida Annius 2020. Porque este es la más fiel representación del mosaico varietal de su finca: vigiriega blanca y tinta, tintilla, jaén negra, palomino negro, melonera… hasta ¡ocho! variedades otorgan complejidad, dan color, textura y matices a este nuevo tinto gaditano. Que no tiene símil en el mercado actual.
«Annius nace de la sinergia varietal que trasciende la expresión de cada variedad por separado. Por ello hemos recurrido a la cofermentación de los racimos, incorporando también una variedad blanca como se ha hecho tradicionalmente en zonas históricas como el valle del Ródano o Rioja. Por fin, el tiempo en Annius el tiempo ha sido el verdadero elemento de crianza empleado. La crianza purifica los vinos, permitiendo su decantación natural y un mejor equilibrio en sus aromas», afirma Orte.
Así, con ambición, pero sin alharacas, nace Annius, un gran tinto gaditano.
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