Una de las tendencias más evidentes que afectan al mundo del vino es el frenesí que en los últimos años han desatado los rosados provenzales. Por lo visto, aquellos vinos de color más bien tenue, con sutiles aromas de fruta blanca y roja, y un paso por boca etéreo, convenientemente ácido y refrescante, que tan bien se les dan a los viticultores de Côtes de Provence y demás comarcas vinícolas del sur de Francia bendecidas por el sol del Mediterráneo, gustan a todo el mundo.
El éxito de estos benditos rosados es tan arrasador que ha conseguido, incluso, que muchos productores de otras zonas del mundo se lancen sin remilgos a abrazar el modelo provenzal, empecinándose ahora en elaborar bebedizos semejantes, con desigual suerte.
Valgan los nuevos rosados españoles como ejemplo. Tras comprobar que en los puertos del Mediterráneo y las playas canarias los guiris, tras achicharrarse al sol, suelen darse al consumo (y abuso) de los rosé de la Provence para paliar la sed, una buena parte de los bodegueros vernáculos han dado carpetazo a sus insufribles rosados de-toda-la-vida –aquellos que emulaban el color (y, buff, ¡el sabor!) de un caramelo de fresa–, para aligerar el tono, afinar los aromas y reducir el contenido de azúcar… a ver si suena la flauta.
Pero, claro, elaborar este tipo de rosados como manda el dios Baco no es asunto baladí. De allí que, a pesar de que los imitadores de toda calaña aparecen por doquier, los provenzales siguen siendo los reyes del rosado provenzal.
Para reforzar esta absoluta obviedad, nada como echar un ojo –y un trago, si puede ser– a Domaines Ott, la veterana bodega que tiene el honor de firmar los ejemplos más sublimes de esta suerte de vinos rosas.
Con una trayectoria más que centenaria, los Ott ya se han ganado el cielo con el delicioso Coeur de Grain que producen desde 1912 en su Château de Selle –considerado como uno de los mejores rosados del mundo–; con un savoir faire que refrendan en otras de sus laureadas bodegas: Clos Mireille y Château Romassan (esta última, en la A.O.C. Bandol).
Como la avidez por los rosados provenzales no decae, y Domaines Ott ha tocado el techo productivo en todas estas propiedades, sus responsables han decidido obrar una vez más el milagro de la multiplicación de los vinos y los peces, adquiriendo 70 hectáreas de viñedo en Côtes de Provence y ampliando las instalaciones del viejo Château de Selle para crear una nueva marca: By.Ott.
La primera añada del nuevo Ott (2015), que se ha presentado recientemente en Madrid, es sin duda el rosado más estilizado y, muy probablemente, frívolo de todos que los ha concebido esta casa. Como su hermano mayor –el Coeur de Grain antes mencionado– se sustenta en el coupage de tres variedades tintas que abundan en el sur de Francia (garnacha, cinsault y syrah) pero, al contrario que aquel, no aspira a complejidad alguna. Su ambición es la finura, la precisión en los aromas de fruta roja, blanca –con algún matiz exótico: maracuyá, mango…– y la fresca y punzante entrada en boca, que lo hace irresistible.
Ya nos acordaremos de este rosado esbelto y refrescante, tan bien vestido, cuando el calor apriete…
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