Merecedor de premios tan prestigiosos como el IWC –otorgado en Londres en 2019– el vermut Cabecita Loca es una buena muestra del trabajo que realiza Victor Clavería en Barbastro (Huesca) para dar a luz una línea de bebidas auténticas y singulares.
La sorpresa salta a la vista cuando se revisa el catálogo de Cabecita Loca. Porque en el catálogo de bebidas que elabora la familia Clavería en su pequeña bodega cabe de todo: vinos –blancos, tintos, dulces…–, sangría, vermut blanco y rojo… ¡incluso un gin! Lo interesante, en cualquier caso, no es la diversidad, sino la singularidad de cada una de las bebidas que integran esta gama. Porque, como explica el propio Víctor Clavería, «Cuando sentimos curiosidad, no nos quedamos en la superficie, tenemos espíritu de investigación, sed de curiosidad y probamos, conocemos y no nos frenamos: desde el vino hemos llegado al vermut, la sangría e incluso a la ginebra, por caminos olvidados, más lentos y menos transitados».
Así, por ejemplo, los vinos de Cabecita Loca están elaborados siguiendo métodos ancestrales que ya casi se han perdido. El blanco Zinca Alma de Barro se vinifica y añeja en distintos tipos de tinaja, e incluso llega al mercado embotellada en un recipiente de barro de 75 cl, sin clarificar. Más radical aún es Zinca d’Odre, tinto que busca la esencia de los orígenes de la elaboración vinícola y está envejecido en odres de cuero impermeabilizados con pez (mezcla de resina y aceite de oliva).
Respecto al vermut rojo Cabecita Loca que hoy aquí nos ocupa, está macerado con más de una veintena de extractos naturales, sobre una base de vino blanco, mosto de uva y alcohol vínico. Fiel a los principios de esta bodega de Barbastro, todo el proceso ha sido realizado con la mínima intervención, sin clarificar, estabilizar ni filtrar.
Con este método, Víctor Clavería ha obtenido un vermut que se distingue de los que abundan en el mercado por su brillante color ambarino, aroma complejo en el que destacan las notas de ajenjo, quinina y especias dulces (canela, especialmente) y paladar bien equilibrado entre las sensaciones dulces y amargas, con recuerdos de piel de naranja escarchada, hierbas de monte y frutos secos.
En síntesis, un vermut rojo muy convincente. Como bien dicen los responsables de esta bodega familiar, «creímos que la mejor forma de hacer algo bueno para los demás era que nos convenciera primero a nosotros primero. Quizás no estábamos tan locos, después de todo».
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