Sirva de consuelo a los veteranos que sufren el agravio cronológico de la escurridiza juventud la certeza de que, en el universo de las burbujas, la madurez es una virtud. Especialmente en Champagne, donde aún cuando para que el hechizo funcione es precisa la fresca lozanía de la fruta rozagante, no existe grandeza sin los acentos confitados, complejos y, sí, casi marchitos, amén de la profundidad y nobleza que aporta la inevitable evolución.
Para poder conjugar en un mismo vino el descarado vigor de la jovial frescura y la envolvente seducción de la sabia experiencia, los maestros champenoises inventaron el arte del assemblage, que recurre a la mezcla de vinos de distintas añadas, crus y variedades de uva en pos del mágico y anhelado equilibrio.
En el paraíso de las burbujas más deseadas del mundo, cada chef de cave tiene su receta para ejecutar la mezcla y componer las cuvées que definen el estilo propio de la maison que representan. Pero no hay quien resuelva el entresijo de la complicada alquimia sin apoyarse en unos cuantos vinos de reserva, que complementan los de la última añada, enmascarando sus carencias o subrayando sus virtudes, a fin de presentar, año tras año, un champagne prácticamente idéntico al que se concibió en la temporada anterior.
Valga toda esta parrafada para explicar el quid del flamante Veuve Clicquot Extra Brut Extra Old, que acaba de llegar al mercado para enamorar a los entusiastas de los champagnes de carácter más maduro, estructurado y profundo.
Para que el fiel lector y usuario de este Bar se haga una idea, diré que el recién estrenado EBEO (sigla que abrevia el extenso descriptivo tipológico del nuevo champagne de la viuda) viene a ser una suerte de negativo, o reverso, del archiconocido Yellow Label de Veuve Clicquot. Porque si el célebre etiqueta amarilla incide en la frescura, la vivacidad y la fragante pubertad, el nuevo Black Label abunda en los tonos de fruta escarchada, fruta de hueso madura, especias, pastelería…
La clave de la diferencia entre uno y otro reside, claro, en los vinos de reserva, que constituye el gran tesoro de cualquier maison de Champagne que se precie de grande, como Veuve Clicquot. Para pergeñar este EBEO, el chef de cave Dominique Demarville recurrió a las reservas de 1988, 1996, 2006, 2008, 2009 y 2010, priorizando la pinot noir (47%) sobre la chardonnay (27%) y la pinot meunier (26%), coronando su obra con un mínima dosificación de licor de expedición (menos de 3 g/l), como corresponde a un Extra Brut.
Châpeau por monsieur Demarville y tres hurras por madame Ponsardin, viuda de Clicquot, por poner en relieve la magia del assemblage y enaltecer la frágil belleza de los vinos maduros.
El vino rancio Sagristia C-1 es una de las joyas líquidas que conserva la familia…
El restaurante gallego Retiro da Costiña celebra su 85º aniversario y la segunda estrella Michelin…
El más joven de la familia de viticultores argentinos Michelini presenta este singular tinto riojano,…
Arrayán, bodega puntera en la DO Méntrida, renueva la imagen de su blanco de albillo…
Izadi presenta uno de los raros blancos calificados como Viñedo Singular en la DOCa. Rioja,…
Scala Dei, que en 1974 embotelló el primer vino certificado por la D.O. Priorat, celebra…