Dolc Mataró 2011, el dulce final

El universo de los vinos dulces es el menos conocido por los aficionados, estigmatizado por aquellos enómanos que rechazan sin miramientos cualquier brebaje que les resulte azucarado.

Sin embargo, hay que decir que el mundo de este tipo de vinos es el más fascinante, exótico y misterioso. Y el que resulta más indómito para la estandarización que imponen las leyes del mercado, ya que se trata de una tipología difícil de clasificar: el viñedo global atesora cientos de vinos dulces distintos, elaborados a partir de métodos peculiares que dan lugar a una impresionante diversidad.

En España, por ejemplo, existen algunos dulces de gran renombre, como los blancos de moscatel que se producen en Navarra, Alicante y Málaga, principalmente. O el vino negro de uva blanca, el Pedro Ximénez, sin duda uno de los monumentos líquidos más golosos que se puedan concebir.

Pero hay muchos otros dulces en este país que no cuentan con el mismo cartel. Es lo que sucede con los tintos que se elaboran a partir de la uva monastrell, en una buena parte de la cuenca mediterránea, desde Murcia hasta Cataluña. Uno de ellos es el fondillón alicantino, que contó con la admiración del mismísimo William Shakespeare antes de caer en el cajón del olvido.

Sin embargo, con esta variedad continúan haciéndose notables tintos dulces. Es el caso del Dolç Mataró que aquí nos ocupa, una de las tantas referencias que contempla el catálogo de Alta Alella, tan amplio como interesante.

Josep María Pujol Busquets, enólogo y propietario de esta bodega, es un hombre inquieto y de firmes principios –defensor a ultranza de la viticultura ecológica–, capaz de firmar el primer cava "natural" de la historia (Bruel, antes Privat Nu) como de producir un tinto con una variedad interespecífica (Merla).

No obstante, el vino que más alegrías le está deparando a Pujol Busquets es, justamente, Dolç Mataró. El que se lleva todas las palmas en los concursos internacionales y entra con mayor facilidad en la carta de vinos de los grandes templos gastronómicos de Europa, como el Celler de Can Roca o The Fat Duck.

Y hay que decir que el éxito de este dolç está plenamente justificado. Elaborado a partir de la uva mataró (tal como se conoce  a la monastrell en la comarca de Alella, a tiro de piedra del núcleo urbano Barcelona), con métodos ecológicos, una maceración larga (seis meses) y una corta crianza en barricas (dos meses), Dolç Mataró seduce gracias a una expresión amable y equilibrada, con una rica paleta aromática (frutas confitadas, higos maduros, piel de naranja) y una boca untuosa, pero jamás empalagosa, gracias a su generosa acidez.

Sin duda, es el final idílico para un banquete de altura. Y un buen punto de partida para internarse en el maravilloso mundo de los vinos dulces.

   

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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