La revolución del vermut que vive España en estos tiempos agitados no deja ni un sólo día de descanso. Ni siquiera el domingo. Más bien al contrario: el domingo es el día en el que la pasión por los vinos macerados con extractos de raíces, flores, hojas y especias se acentúa, porque es el día del aperitivo por excelencia. Ya quisiéramos siete domingos a la semana para tener tiempo de charlar, picotear y –sí, paradójicamente– perder el tiempo, perpetuándonos en el bar con un vaso de vermut en una mano y una aceituna en la otra.
Todo esto viene a cuento porque Domingo se llama el último de los novísimos vermuts que han salido de las bodegas para tomar las calles de las ciudades españolas. Se presenta con una etiqueta que remite a la cultura del bar, reproduciendo la estética de aquellas servilletas de papel con las que los taberneros nos agradecían la visita.
El entrañable diseño es coherente con el contenido de la botella: un vermut rojo nobilísimo, de producción artesanal, elaborado a partir de vino macerado –en frío, sin prisas, para que los aromas desarrollen todo su encanto– con ajenjo, genciana, sauco, jengibre, dictado de creta, corteza de naranja y otros botánicos.
Con ello, este Domingo huele a una antigua casa de especias y sabe a gloria, es dulce pero no empalaga, y el ligero amargor que aparece en el final de boca favorece el equilibrio e invita a repetir el trago.
¡Que vivan los domingos!
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