Hete aquí un tinto que llega de la bodega que muy probablemente sea la que atesora el nombre más original de cuantas hay en España: El Escocés Volante.
Lo del "escocés" hace referencia a su mentor, Norrel Robertson, un enomaníaco que, a pesar de nacer en la tierra del whisky, se ha aplicado con ahínco y pasión a comprender, disfrutar y elaborar vinos por aquí y acullá. De allí lo de "volante", claro.
En cualquier caso, por muy volante que sea, el bueno de Robertson aterrizó en Aragón en el año 2003, afincándose con su familia en Calatayud, consagrándose desde entonces a producir vinos de insólito nombre: Dos dedos de frente, La multa, El puño, La manga del brujo… y el más reciente, que aquí nos ocupa, Es lo que hay.
Este escocés, que de vinos sabe mucho –no por otra cosa, es el único miembro del selecto club de eminencias vinícolas The Masters of Wine que reside en España–, trabaja con una familia de viticultores igualmente sabios para obtener las garnachas soñadas: aquellas que crecen en cepas muy viejas, en las cotas más altas (1000 metros sobre el nivel del mar) de Calatayud.
Macerando con arte el mosto con las pieles de estas venerables uvas y criando respetuosamente el vino resultante en barricas, con sus propias lías, Norrel Robertson obtiene un tinto que seduce por su equilibrio, raza y carácter: un delicioso modelo de garnacha aragonesa. Es lo que hay, sí. Pero lo que hay es mucho.
Lo que obliga a pensar que más vale escocés volante que cien en mano.
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