El vértigo marketiniano obliga a las marcas de destilados –y a las demás también– a renovar su imagen cíclicamente, para mantenerse al día en cuestión de tendencias y poder afrontar así la competencia que supone la ingente cantidad de novedades que llegan al mercado, día tras día, engalanadas con los diseños más estilizados.
Desde luego, ni siquiera una marca bien establecida en los mercados, reconocida y bien valorada por los consumidores, como Flor de Caña, se salva de pasar por taller estético cada tanto. Y así es como hoy nos llega un viejo y querido conocido, el magnífico ron Flor de Caña Centenario Gold 18 años, con nuevos ajuares.
Aún quienes preferimos el look vintage de la anterior presentación de este ron, celebramos que Flor de Caña se mantenga en movimiento para recordar su excelencia, que resulta de un añejamiento parsimonioso –slow aged process, lo llaman– de los mejores aguardientes de caña de azúcar producidos en la costa del Pacífico de Nicaragua en barricas de roble.
Tras 18 años desperezándose en su lecho de madera, Flor de Caña Centenario Gold llega a la mayoría de edad convertido en un ron mayúsculo –con perdón por la redundancia–, en el que la potencia del aguardiente se ha ensamblado perfectamente con los matices especiados y tostados de la madera. Un destilado muy grande, a la altura de los mejores del mundo.
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