Gin Gold 999,9: no todo lo que reluce es oro

Los asiduos a este bar que estén atentos a las novedades del ámbito de las ginebras, muy probablemente se habrán percatado de una curiosa botella que adorna bares y escaparates emulando un lingote de oro.

La ostentosa presentación de Gin Gold 999.9 –que así se llama el invento– es sin duda acorde a la singularidad de esta insólita ginebra, que atesora una pintoresca historia: a principios del siglo XX, en unas excavaciones en la región francesa de Alsacia se descubrió un raro alambique fabricado en oro. El artilugio fue adquirido por un destilador, que anhelaba obtener la bebida espirituosa jamás soñada, y que con este fin concibió este gin.

La leyenda es bonita, sí, pero hay que decir que, para los amantes de la ginebra, la relumbrante Gold 999.9 reluce más bien poco. Sobre todo porque nada tiene que ver con lo que puede entenderse como un gin.

Más allá de la cuestión del marketing –que en este caso tiene un peso considerable– el heterodoxo perfil de Gin Gold 999.9 tiene seguramente mucho que ver con su origen: esta bebida está destilada en Fougerolles, capital del kirsch, y se elabora a partir del mismo aguardiente base que aquel licor.

Tras una doble destilación, la presunta ginebra se infusiona con una selección de botánicos: mandarina, almendras, jengibre, violetas, coriandro, raíz de Angélica, canela, genciana, amapola yenebro.

En honor a la verdad, la presencia de enebro –fundamental en la expresión de cualquier ginebra– pasa aquí desapercibida, eclipsada por la mandarina, que domina la expresión de Gold 999.9. Para colmo, el destilado tiene un fondo de boca más bien dulzón, lo que termina por descalabrar su relación con los gin clásicos. Hay que decir que el aspecto amarillento del líquido tampoco ayuda mucho, aunque es menos relevante desde un punto de vista organoléptico.

Si no se presentara en sociedad como ginebra, Gold 999.9 podría entenderse como un destilado interesante para bebedores golosos y aficionados a los cítricos, en la línea del clásico Cointreau (aunque más seco que este, claro). Con muchas posibilidades en el universo de la coctelería, incluso. Aunque no para servir un gin&tonic como manda el dios Baco. 

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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