Hete aquí un vino que desprende autenticidad, frescura, singularidad, inconformismo, elegancia… Un nuevo tinto de garnacha que contagia felicidad, tal como sugiere su nombre: Gonzo, garnachas felices.
Lo de la felicidad no hace falta explicarlo: basta con probarlo para sentirse pleno (al menos, hasta que se acaba la copa, o la botella); lo de Gonzo, sí que exige una aclaración: es un homenaje al estilo periodístico que fraguó Hunter S. Thompson en la década de 1970, abandonando la objetividad y derribando las barreras que separan al periodista del hecho narrado para convertirse en protagonista de los acontecimientos.
Tanto el guiño al periodismo gonzo como el perfil que despliega la última de las garnachas de Méntrida tienen que ver con la inquietud de Alberto Fernández Bombín, tabernero (su familia regenta la entrañable tasca Asturianos, en Madrid), periodista, distribuidor de vinos y personaje sin parangón en el zoológico enogastronómico español, que para concebir este Gonzo abandonó su posición y objetividad –a la manera de Hunter S. Thompson, si– para saltar la barrera y colocarse en el papel de los hacedores de vinos.
Hay que decir, no obstante, que nuestro hombre lo tenía fácil para firmar su propio vino: sólo debía poner una zancadilla a su hermano Belarmino –que junto a Alfonso Chacón elabora los vinos de las bodegas Canopy– y meterse en la cocina de las garnachas de Méntrida, eligiendo una partida de vino especial –un tinto especialmente fresco, ligero y elegante–, determinar la crianza idónea en barricas para que no se pierda el singular carácter y, claro, asumir el riesgo: "Lo vendo o me lo bebo yo solito".
La aventura de Fernández Bombín tiene, por suerte, un final feliz, porque ha conseguido dar a luz un tinto de garnacha que no sólo se diferencia claramente de los vinos de la bodega familiar –todos ellos, también protagonizados por esta variedad– sino que define un estilo que invita a disfrutar con la mayor felicidad, en el que la elegancia es sinónimo de frescura y la ligereza se asocia con el carácter.
Bendita sea esta feliz garnacha. Si hay wine bars en el cielo (o el infierno, vaya uno a saber), Hunter S. Thompson estará orgulloso.
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