Hulk 2020, revolucionario semillon argentino

Componente principal –en compañía de la sauvignon blanc– de los excelsos blancos dulces de Sauternes, la variedad semillon debe ese meritorio papel en la historia de los grandes vinos del mundo a una debilidad genética.

Vaya paradoja. Porque esta uva blanca, de granos grandes y racimos generosos, que ofrece altos rendimientos de producción, es más vulnerable que otras frente al hongo de la botrytis cinerea, que da lugar a la famosa «podredumbre noble»: los granos se pasifican en el racimo, concentrando los azúcares y la acidez. Y luego viene la mano del hombre para elaborar los maravillosos vinos como los que han dado fama a Sauternes y otras comarcas de Burdeos.

Sin embargo, cuando se trata de dar lugar a blancos secos, en las mismas zonas de esa región de Francia donde la semillon preside los dulces, la misma variedad ha adquirido tradicionalmente un papel secundario. Poca fe le han tenido los bordeleses a esta uva cuando la noble podredumbre no la bendice.

Una uva viajera

Quizás porque nadie es profeta en su tierra, la semillon también ha tenido que viajar para alcanzar mayor notoriedad. Y así es como llegó a Sudáfrica a principios del siglo XIX, para monopolizar el 90% del viñedo del entorno del Cabo en 1820, con el nombre de wyndruif («uva de vino»). Más tarde su estrella decayó: hoy su presencia en la misma zona apenas representa un 1%.

Del extremo sur africano llegó también a Australia. Y desde Francia, a Chile, donde su cultivo alcanzó enorme relevancia: a mediados del siglo XX, el 75% del viñedo de aquel país estaba consagrado a la semillon. En Argentina, por fin, también llegó a ser una de las variedades blancas más extendidas, y se empleaba para componer vinos modestos de ensamblaje, que se servían en restaurantes populares y pizzerías.

En aquellos tiempos había en Argentina semillon por doquier: todo el mundo lo bebía pero nadie tenía conciencia de ello. Cuando surgió interés por esta uva y los enólogos comenzaron a darle protagonismo en blancos monovarietales –ya en este siglo–, quedaban apenas algo más de 780 hectáreas plantadas.

Vía Revolucionaria, la búsqueda de la pureza

Afortunadamente, algunas de estas viñas son tan singulares como las que ha echado mano Matías Michelini, el inquieto inspirador de tantos proyectos, siempre a la búsqueda de vinos auténticos –desde hace algunos años también en España, en Navarra y Galicia–, a través de vinificaciones experimentales y poco intervencionistas.

Para su gama de Vía Revolucionaria, donde se acerca a la pureza de los vinos naturales, extremando al mínimo la adición de sulfitos y fermenta con levaduras indígenas, encontró una viña de semillon plantada en pérgola antigua, en el Cordón del Plata, en la localidad de Tupungato, a 1.100 metros de altitud, en una de las zonas con más tradición vinícola de la provincia más vinícola de Argentina: Mendoza.

Desde la vendimia al embotellado, todo los procesos en la elaboración este vino están orientados a respetar al máximo la singular expresión que ofrece la semillon en este paraje: cosecha manual, prensado muy suave de los granos, fermentación espontánea con las propias levaduras y embotellado sin filtrar.

El resultado justifica el rigor de esta filosofía poco intervencionista: Vía Revolucionaria Semillon Hulk, en su flamante añada 2020, es un vino rebosante de pureza y autenticidad, quizás algo sobrio y austero en estos primeros meses de vida en la botella, pero con claras virtudes en su afilada mineralidad, delicados matices cítricos y florales y firme estructura. En su acidez bien sostenida y final amargo y tánico se adivina una larga vida por delante. Lo que invita a atreverse con las añadas disponibles en el mercado español (2015, 2019…).

Después de todo, también el irritable Hulk, a la vez que cambiaba de color, se hacía más grande…

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