La Freixeneda 2011, el tinto insólito de los reyes del cava

Justo en el momento en que prepara los fastos de su primer centenario, Freixenet ha decidido echar un par de canas al aire para presentar dos vinos minoritarios, raros y de elaboración rigurosamente artesanal, que a primera vista pueden resultar paradójicos considerando que proceden de un grupo acostumbrado a las grandes cifras, que lidera la producción mundial de espumosos y factura más de 500 millones de euros al año.

Estos dos vinos son una reivindicación de la capacidad que tiene Freixenet para elaborar grandes cuvées –amén de su reconocida virtud para producir anualmente nada menos que 100 millones de botellas de cava– y pueden entenderse, además, como un ejercicio de nostalgia.

Uno de ellos es el cava Casa Sala, un brut nature de elaboración meticulosa, con más de ocho años de crianza en rimas, que nace en la casa donde se elaboraron los primeros espumosos de la familia Sala, una de las dos que fundaron Freixenet.

El otro, La Freixeneda, un tinto que se vinifica y cría en la masía donde se cultivaron históricamente los viñedos de los Ferrer, la otra rama familiar de los fundadores del grupo.

Se trata de un vino muy singular, y no sólo porque representa un regreso a los orígenes para la familia propietaria del poderoso grupo. La Freixeneda sorprende por varios motivos; en primer lugar porque se trata de un vino tinto, lo que puede llamar la atención en la tierra del cava. Sin embargo, este detalle es también reivindicativo, porque en los viñedos del Penedès las variedades tintas fueron mayoritarias antes de que –tras la filoxera, a principios del siglo XX– las bodegas de la comarca decidieran apostar por la producción de espumosos.

El segundo aspecto sorprendente de La Freixeneda es que está inspirado el amarone, un peculiar vino italiano, tradicional de la región del Véneto, que se elabora a partir de uvas pasificadas (pero que no es dulce como el Pedro Ximénez, sino un tinto voluminoso y contundente).

Aunque la rara novedad que presenta Freixenet no es exactamente un amarone, porque si el tinto italiano se produce a partir de uvas pasificadas al sol, La Freixeneda saca partido de las nuevas tecnologías para deshidratar los granos –de garnacha y cabernet sauvignon, cultivados en la misma finca– en una cámara térmica. Tras la vinificación en pequeños depósitos de acero, este tinto se cría en botas de roble de Eslavonia de ¡1.200 litros! sin tostar, lo cual sin duda también determina la original expresión de este vino, que no es potente y denso como los amarones sino fresco, con aromas que sugieren dulzor pero con una acidez generosa que invita a repetir el trago. Lo mejor de La Freixeneda es, sin embargo, su arrebatadora expresión frutal, lo que sin duda da fe del buen hacer de Josep Buján, enólogo jefe de Freixenet.   

Para completar su original perfil, La Freixeneda se presenta al mercado con un tapón de cristal, lo que favorece la rica expresión frutal del vino pero también descarta una larga crianza en botella. 

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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