Philipponnat 1522 Grand Cru LV 2000, la seducción del champagne longevo

Cuando creíamos haberlo probado todo, aparece entonces una pequeña cuvée –de dimensiones estratosféricas, como este 1522 Grand Cru LV 2000 de Philipponnat– que nos lleva nuevamente al punto de partida, redescubriendo el fascinante encanto de los mejores vinos burbujeantes de este sufrido planeta, siempre desde una nueva perspectiva.

Champagne para todos

Huelga decir que el influjo que ejerce el más célebre de los espumosos en los paladares y pituitarias de los enómanos del ancho mundo está más que justificado: tanto el frívolo marquista que bebe lo que le sirven en la discoteca y el conservador que no acepta más burbujas que las que embotellan las Grandes Maisons, como el wine lover que se apunta a los petits vignerons que marcan tendencia, o el aventurero que espera descubrir una gema escondida, todos ellos tienen un champagne –que digo, ¡varios!–que les hará felices entre los muchos, muchísimos que se elaboran en las 34.000 hectáreas de viñedo que se esparcen entre la Montaña de Reims, el Valle del Marne, la Côte des Bar y la Côte des Blancs. Allá en esa zona tan septentrional de Europa donde los suelos de creta funcionan como regulador térmico para echar una mano y que los vinos salgan como manda el dios Baco.

Philipponnat y el apego al terruño

Los que andamos cortos de prejuicios, conocemos la región de Champagne desde hace unos cuantos años y nos interesa su producción vinícola en términos globales –desde el vigneron más pequeño hasta la maison más grande– no podemos más que maravillarnos al redescubrir una de las gamas de una maison de perfil clásico, como Philipponnat, familia asentada en la villa de Aÿ desde 1522.

Justamente, 1522 es el nombre de la colección de champagnes que aquí nos ocupa de esta casa venerable, que aunque cultiva sus viñedos desde hace 500 años, produce los vinos con su propia marca en la bodega de Mareuil-sur-Aÿ desde 1910.

Las tres cuvées que hemos tenido el privilegio de catar son de nueva añada y todas de calidad excepcional, elaboradas a partir de la mejor materia prima, viñedos calificados como Grands Crus. Philipponnat tiene una filosofía de trabajo muy cercana a la de los viticultores borgoñones, con un profundo apego al terruño y un seguimiento minucioso y artesanal de las elaboraciones.

Son maestros en el arte del assemblage y usan el roble adaptando el sistema de soleras jerezano para no opacar la frescura de sus vinos.

La nueva añada del rosado

1522 Rosé Grand Cru 2012, contiene un 73% de pinot noir de algunos de los mejores viñedos de la casa (Léon) , 11% de Clos des Goisses (parcela estelar de la maison) vinificado en tinto, es intenso, muy gastronómico, serio y mineral. Su edad ya lo dice todo.

Aunque es un soberbio champagne blanco, la cuvée 1522 Grand Cru 2014, también está dominada por la tinta pinot en un 81%. Solo con un 19% de chardonnay, vendría a ser casi un blanc de noirs: expresivo, especiado, fresco, vivaz y puro. También muy gastronómico y versátil en la mesa.

Por fin, la joya de esta trilogía es el longevo y –qué remedio– escaso 1522 Grand Cru L.V. 2000, que la familia Philipponnat ha tenido a bien criar sobre sus lías nada menos durante dos décadas en sus cavas del siglo XVIII para coronar el proceso con un degüelle reciente (en marzo de 2021), por lo que este bendito elixir sorprende con una inusitada frescura, amén de una deliciosa textura, sinuosa estructura, la complejidad propia de un vino maduro (aunque en notable forma), con bellos tonos yodados, acentos salinos y un final de boca sensual, satinado, gozoso y pleno. Contiene un 60% de pinot noir, con el 40% restante de chardonnay.

Philipponnat 1522 Grand Cru 2014

Un champagne como este, de long vieillissement (como indican las siglas L.V.) confirma que, como decía aquel modisto, la arruga es bella. Que en la madurez reside la belleza y que con el paso de los años llega lo mejor. También que una casa como Philipponnat, que muchos no han bebido, merece beberse.

Y que 150 euros no parece un precio exagerado, ni mucho menos, cuando se trata de pagar una cuvée que alberga 20 años de vendimias, crianzas, removidos, degüelles, ilusiones… especialmente cuando solo han salido al mercado mundial 300 botellas de 75 cl.

Igualmente razonable es el PVP de las otras dos cuvées que aquí comentamos: 1522 Rosé Grand Cru 2012, 90 euros (4.095 botellas de 75 cl y 294 magnums); y 1522 Grand Cru 2014, 80 euros (11.025 botellas). Quien lo ponga en duda, que busque y compare en Champagne, siempre considerando calidad y producción. Y no acepte gato por liebre.

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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