Por fin, los rosados están rompiendo moldes y prejuicios, para dejar de ser la asignatura pendiente del vino español y abandonar su sitio en el incómodo territorio de las pasiones enfrentadas, entre el desprecio de los enómanos más exigentes y el interés de aquellos aficionados que buscan alternativas a la suculencia tánica de los tintos.
Desde luego, tampoco han contribuido a resolver el dilema rosa las bodegas de este país, que –salvo excepciones– siempre han destinado a la elaboración de rosados las uvas de peor calidad, enmascarando luego el despropósito con zafias técnicas correctivas (manipulación de acidez, selección de levaduras “a la carta” –con el objetivo de obtener artificiosos aromas plátano, frambuesa, etc.–, chaptalización y otras prácticas propias la vinificación industrial que no contempla la calidad como objetivo primordial).
Así, durante largo tiempo, la mayor parte de las bodegas españolas sólo se ha preocupado por que sus rosados lucieran un color estridente. Pero tras ese llamativo aspecto, casi siempre se repetía el mismo perfil, marcado por aromas artificiales de fruta roja fresca, un fugaz paso por la boca, generosa acidez y un característico regusto a golosina de fresa.
Afortunadamente, la nueva generación de enólogos de este país parece estar dispuesta romper con el modelo del rosado de chiringuito, sólo apto para pseudoabstemios. Con creatividad, seleccionando criteriosamente las variedades y poniendo en práctica vinificaciones más rigurosas, están sentando las bases de una nueva España rosa.
Valga como ejemplo de ello el flamante Larrosa, primer rosado que presenta la bodega riojana Izadi, que desde su fundación (en 1987) ha sabido demostrar que la vocación contemporánea es perfectamente compatible con el respeto a la tradición y el orgullo por las señas de identidad del terruño propio.
El nuevo Larrosa 2013 sintetiza esa filosofía y exhibe también la ambición por elaborar un rosado serio, apto para seducir incluso a los más acérrimos bebedores de tintos.
El nuevo vino de Izadi es, también, una muestra más de la versatilidad que atesora la uva de moda, la garnacha tinta, capaz de protagonizar tintos suculentos en Aragón y Catalunya, ligeros en la sierra de Gredos y rosados frescos y elegantes en los viñedos más altos de Rioja.
Las 18.801 botellas de la primera añada de este vino revelan un color rosa muy delicado, aromas sutiles de flores, cítricos y fruta roja fresca y un paladar amable pero bien estructurado, enriquecido con un fino matiz mineral.
Bienvenido sea, pues, Larrosa, un vino que invita a redescubrir los rosados desde una nueva perspectiva.
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