Aunque nos lo encontremos hasta en la sopa, hay que reconocer que Philippe Starck jamás deja de sorprendernos. El flamante lanzamiento del primer Brut Nature que alumbra la noble casa Louis Roederer es buena prueba de ello.
Porque cuando se anunció la colaboración entre la sacrosanta maison con el ubicuo diseñador, todos pensamos que se trataría de la enésima operación de marketing a las nos tienen acostumbrados las grandes casas de Champagne para seguir vendiendo burbujas por el ancho mundo. Ya se sabe: un nuevo maquillaje para más de lo mismo.
Pero no: Roederer y monsieur Starck han hecho trizas todas las especulaciones y pronósticos, porque el recién estrenado Brut Nature 2006 es otra cosa. Por lo visto, cuando le propusieron hacerse cargo del diseño de la etiqueta de la nueva cuvée, don Philippe replicó que sólo aceptaría si le dejaban involucrarse en el proceso creativo del champagne en cuestión.
Y así fue como se metió hasta la mismísima cocina de Louis Roederer, trabajando codo con codo junto a Jean-Baptiste Lécaillon –chef de cave de la casa– hasta dar por fin con la joya que se convertiría en el primer lanzamiento de LR desde ¡1974! (cuando nació el ya mítico Cristal Rosé).
¿De dónde viene esa fina mineralidad, esa burbuja casi imperceptible y ese carácter elegante y sutilmente vinoso?, se preguntarán los que hayan tenido la suerte de catar el Roederer Brut Nature 2006. Pues bien: el secreto de la singularidad de esta cuvée tiene su origen en las características de un viñedo insólito, el de Cumières. Un paraíso para la pinot noir, a medio camino entre el edén champenoise y el cielo borgoñón.
Para preservar el carácter de este bendito terroir, Roederer trabaja allí su viñedo con métodos biodinámicos. Y aún más: celoso de la singularidad de su nuevo hijo, Lécaillon decidió que el 50% del vino base se criara en barricas, evitando la maloláctica y rebajando la adición de licor de expedición a 4,5 bares, con el propósito de respetar el perfil seco y austero de este Brut Nature, que –hay que decirlo– recuerda más al estilo inconformista de un petit vigneron bio que a las formas voluptuosas propias de la casa Roederer.
El bueno de Starck –que se la habrá pasando en grande durante todo el proceso– remató la faena asegurando que un champagne así de bueno no necesita mucho diseño. De modo que se limitó a garabatear en un papel blanco el nombre de la cuvée, la añada y poco más (eso sí: no falta su propia rúbrica + Starck).
La única pega que tiene el Louis Roederer Brut Nature 2006 + Starck es su escasez. A quien le parezca un exceso pagar casi 90 euracos por 75 cl de este champagne debe saber que no habrá más hasta la añada 2009.
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