El amor por la (buena) cerveza y el (buen) vino no tiene por qué resultar discordante o contradictorio, por más que algunos talibanes decididos a saciar su sed absoluta con una bebida se empecinen en perderse las virtudes de la otra
Por fortuna también los hay más lúcidos, que vienen a demostrar lo contrario. Algunos, incluso, fusionando –hasta donde se puede– elementos, técnicas y el alma de ambos elixires. En ello reside justamente el compromiso del proyecto Grape Ale, que ha emprendido con discreción la bodega Alta Alella –primera figura de la D.O. Alella, en la pequeña comarca barcelonesa de Alella– junto a la tienda de cervezas Molta Malta, en la vecina ciudad de Mataró.
La larga amistad entre Mireia Pujol-Busquets –segunda generación al frente de la citada bodega, modélico ejemplo de desarrollo ecológico en el viñedo mediterráneo– y Adrià Felisart –propietario de la primera tienda cervecera en la capital del Maresme–, les animó a emprender esta ilusionante aventura, en la que también se involucró la microfábrica Dehum de la misma ciudad.
De este particular encuentro vinícola-cervecero han nacido tres cervezas, de perfil singularísimo y atractivo para paladares curiosos. Tras la vendimia 2019 vieron la luz una Grape Ale Mataró, que incorpora mostos de uva de la variedad mataró (sinonimia de monastrell en la comarca de Alella), y Grape Ale Chardonnay, que suma a la cebada de malta y trigo el mosto de la uva blanca borgoñona, fermentada en barrica de roble.
Por fin, en la cosecha de 2020 tras la buena aceptación de ambas experiencias, el proyecto ha sumado otra referencia, la Mataró Barred Aged-Gape Ale, que emplea misma variedad tinta pero aporta como novedad una crianza de cuatro meses en barrica.
Si bien cada una de las tres cervezas de este joven emprendimiento apunta un carácter distintivo y seduce con sus propios rasgos –amén de compartir los mismos principios de elaboración y una imagen muy bien cuidada, emparentada con la línea de los cavas de alta gama de Alta Alella, aunque en este caso las botellas cónicas sean mucho más pequeñas (3,75 cl)–, en El Bar de Gastroactitud los caprichos del gusto se inclinan por la Mataró Grape Ale (sin crianza en barrica).
Y muy probablemente porque es esta la que conecta más directamente con las sensaciones vinosas (nuestra debilidad…). Empezando por el intenso color rubí que presenta en la copa, coronado por una bella espuma perlada. Los aromas son nítidamente frutales: cereza y ciruelas maduras, como un tinto joven de alguna región mediterránea, pero sin perder frescura.
El paladar es vivaz, intenso, con recuerdos de uva y algún eco terroso. Ciertamente, se trata de una cerveza muy vinícola. Que invita a pensar en posibles armonías en la mesa. Lo mismo puede decirse de la Grape Ale Chardonnay –que puede recordar a alguna sidra o a ciertos vinos naturales– y la Mataró Barrel Aged, con un toque especiado. Tres senderos a explorar para los que aúnan sin prejuicio la pasión por el lúpulo con el culto al buen vino.
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