Aunque nos rasguemos las vestiduras lamentando el declive de su consumo, lo cierto es que sobre el brandy se ciñen ciertas sombras y pecados históricos, que bien convendría remediar antes de emprender una cruzada para devolver a este destilado al lugar que le corresponde como bebida espirituosa más noble y relevante de España.
El primero de estos graves pecados es, sin duda, su descontextualización. Porque hace ya muchas décadas que la gran mayoría de los productores de brandy de Jerez abandonaron las viñas de su entorno, la bendita uva palomino y sus viejos alambiques de cobre para apostar por un crecimiento desenfrenado en otras tierras. Espoleados por la ventas –y con la venia de la D.O., que sólo exige la crianza de las reservas en bodegas del Marco para certificar, sin atender al origen de las uvas ni el lugar donde se destila el aguardiente– las bodegas jerezanas se hicieron fuertes en un lugar de La Mancha, donde las ingentes vendimias de airén permiten incrementar la producción a mansalva. Así, una vez más, la codicia y el dinero fácil se impusieron sobre los criterios de tipicidad y origen. La airén suplantó a la palomino y Tomelloso al El Puerto de Santa María, sin que a nadie pareciera importarle.
No menos funesta que esta descontextualización ha resultado, a la postre, la tolerancia de prácticas non sanctas en la elaboración de esta bebida, como es el añadido de arrope o caramelo para acentuar su color (y dulzor, también). Trucos como este han acabado pervirtiendo el brandy de Jerez hasta tal punto que a estas alturas se antoja difícil reconocer este producto sin su habitual maquillaje.
De ahí que resulte tan oportuna como valiente la iniciativa del grupo José Estevez –propietario de las bodegas Valdespino, La Guita y Marqués del Real Tesoro–, que cuando ya todo parecía perdido se ha liado la manta a la cabeza para presentar Maximum, un brandy llamado a revolucionar el universo del destilado jerezano.
Con una presentación austera y nombre rimbombante, Maximum nace blandiendo el más convincente de los argumentos: la autenticidad. Un fundamento que empieza, necesariamente, por la materia prima: uvas de la variedad palomino fino vendimiadas en los viñedos de la propiedad. El dato no es nimio, aunque sí paradójico, porque se trata, nada más ni nada menos, del único brandy que se produce actualmente al 100% con la uva jerezana.
Este detalle –subrayado por una respetuosa crianza, de tres años, en botas de roble americano envinadas con oloroso– determina el carácter fino y vínico de Maximum, que para más inri luce un color pálido, mucho más tenue que cualquier otro brandy del mercado. ¡Si al final va a ser este el verdadero color del espirituoso jerezano!
Por todo ello, y también por su delicada expresión aromática, en la que conviven los matices propios de la uva con sutiles acentos especiados, y por su boca amable y envolvente, profunda pero jamás cansina, que invita a repetir el trago, bienvenido sea Maximum, el brandy que reinventa el brandy volviendo la mirada a la esencia más auténtica de esta noble y vapuleada bebida.
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