Reservado hasta hace poco para una elite de conocedores expertos y exclusivistas, que rechaza el tequila por su evidente popularidad en los mercados globales –lo que ha obligado a una consecuente industralización en los procesos productivos–, hoy el mezcal, que preserva una imagen de destilado artesano, auténtico, elaborado con métodos ancestrales y con materias primas originarias y singulares del terruño (en concreto, diversas variedades de agave, muchas de ellas de crecimiento silvestre, que se recogen en diversos estados de México), está abandonando por fin ese círculo de consumo tan hermético para seducir a públicos más amplios. El último mezcal en entrar en ‘El Bar’ de Gastroactitud es Amarás Espadín.
Alcanza con echar un ojo a la renovada oferta de la restauración de las grandes ciudades para comprobar cómo han surgido mezcalerías por doquier. También apreciamos cómo en las coctelerías de nueva generación y barras de bares de buen beber, los mezcales se están abriendo paso. La gastronomía mexicana también es tendencia –en Madrid, las aperturas de taquerías y restaurantes mexicanos no cesan–, lo que incrementa la demanda de esta bebida.
España no es una excepción: el interés por el mezcal crece en el mundo. Pero para surtir a todos estos nuevos mercados hace falta diversidad y volumen. Hay que ir más allá de aquellos elixires supremos, de producción ínfima y precios estratosféricos, como los que degustábamos con cuentagotas en Punto MX cuando el añorado restaurante de Roberto Ruiz era el único rincón de Madrid que atesoraba una selección mezcalera interesante.
El incipiente boom del mezcal entraña ciertos inconvenientes. El peor, la presencia en el mercado de algún bebedizo que no da la talla. De allí que resulte imprescindible que las marcas que abanderen la difusión de esta bebida, para darla a conocer a los que aún no se han rendido a su embrujo, sean representativas, preserven los rasgos de su identidad y, por supuesto, respondan a unos parámetros de calidad satisfactorios.
Todo ello lo cumple Mezcal Amarás, que estrena nuevo nombre tras una década afianzando la marca Amores. Amén de este detalle, la compañía mezcalera se distingue por su responsabilidad y principios corporativos, con una filosofía que observa no solo aspectos ecológicos y medioambientales, sino también sociales. Una perspectiva coherente, al fin y al cabo, ya que la materia prima empleada, el agave, es considerada una planta sagrada por los habitantes originarios de México.
Entre otras iniciativas, destina el 20% de las ventas netas de cada botella a proyectos como la compra de mezcal artesanal o la capacitación de maestros mezcaleros. También cuenta con un programa de replantación de agaves, que cultiva de forma orgánica, plantando siete por cada agave cosechado. Y dispone de un vivero con 12 variedades, de las cuales se obtienen las semillas para la amplia gama de mezcales que cuenta la marca.
El mezcal que hoy que nos ocupa es Amarás Espadín, quizás el más reconocible y que sirve como carta de presentación porque esta variedad de agave (Agave Angustifolia) es el que da lugar a la mayor parte de los espirituosos de este tipo que nos llegan desde México. Procede del Oaxaca, con la colaboración de seis maestros mezcaleros de poblaciones locales (San Juan del Río, Mitla y Matatlán, Ejutla, San Baltazar Guelavila y Tlacolula). Está elaborado con métodos rigurosamente artesanales, con molinos egipcios (tahona) y fermentaciones en tinas de madera de pino, al aire libre.
Amarás Espadín es un mezcal joven, con una tipicidad varietal muy nítida, aromas cítricos y vegetales suaves y agradables, con un paso por boca ligeramente especiado, cálido y envolvente. Un buen mezcal para iniciarse y engancharse. Amarás el mezcal.
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