¿Hay algo más triste que una botella vacía? Monkey 47 rompe las cotas de la filantropía –y el marketing, también– consagrando su edición del 10º aniversario a los primates en peligro de extinción… y vendiendo ¡botellas vacías! de su famosa ginebra. La insólita colección, con seis etiquetas diferentes, lleva por certero título Sad But True (Triste, pero cierto).
Los ginebrófilos expertos –que no son pocos–saben bien que Monkey 47 no es una más entre el ingente catálogo de ginebras Premium que se han multiplicado en el mercado en los últimos lustros.
Son varios los rasgos que hacen diferente al gin del mono Max. Desde luego: su look de brebaje antiguo, engalanada en ese frasco de botica polvorienta y la barroca etiqueta, que recuerda a una trabajada estampilla de correos, esconden su creación relativamente reciente. Con esas pintas, quién diría que Monkey 47 recién viene a cumplir ahora una década.
Su origen es más curioso si se quiere, ya que no son muchas las ginebras alemanas que triunfan en el universo espirituoso. Su mentor, sin embargo, es un aventurero británico nacido en la India, Montgomery Collins, que vivió buena parte de su vida en Alemania y en 1945, cuando participaba en la reconstrucción del zoo de Berlín, tuvo un flechazo con un mono garza, casualmente llamado Max.
Años más tarde, Collins se retiró a la Selva Negra y montó un hotel rural al que bautizó en honor a su amigo primate: The Wild Monkey Inn. En aquel bucólico lugar le asaltó la idea de elaborar la mejor ginebra del mundo y entonces se abocó a la tarea de recolectar plantas aromáticas y toda suerte de botánicos. Aunque tuvieron que pasar décadas antes de que encontrara la fórmula y el socio ideal para componer Monkey 47. Así, de la mano de Alexander Stein y con un proceso que incluye tres destilaciones y los 47 botánicos que anuncia la marca, macerados en recipientes de barro tradicionales, en 2010 la ginebra del mono veía por fin la luz.
Si toda esta historia no fuera de por sí suficientemente pintoresca, el nuevo capítulo –la celebración de los 10 años de Monkey 47– se lleva la palma. Porque para brindar por su primera década de trayectoria, los responsables de esta marca han decidido lanzar una edición especial que rompe con todo lo que hemos visto en El Bar de Gastroactitud.
Se trata de una colección de seis botellas etiquetadas con el nombre de Sad But True (Triste, pero cierto); cada una de ellas sustituye la imagen del mono habitual en el logotipo de Monkey 47 por otra de una especie de primate en peligro de extinción: el mono tití de Milton, el mono roloway, el gorila occidental, el mono narigudo, el orangután de Borneo y el tamarino león dorado. Ahora bien, lo más llamativo de esta acción, que tiene la buena voluntad de defender la supervivencia de unos animales que por lo visto tienen los días contados, es que Monkey 47 remata la acción vendiendo las botellas de su edición especial ¡vacías! ¡Sin una gota de ginebra!
El propio Alexander Stein no ha tenido reparos en explicarse: «en Black Forest Distillery decimos que cada botella termina vacía en algún momento. Así que pensamos, ¿por qué no venderlas de esa manera por una buena causa?» Oiga usted, herr Stein: que los amantes de la ginebra estamos dispuestos a pagar lo que sea por una buena causa, pero también a vaciar las botellas que sean necesarias por el mismo noble motivo. Considerando que actualmente son 283 las especies de primates amenazadas, vaya usted etiquetando sus bonitas botellas con los monos que le venga en gana y llenándolas con su excelente ginebra que nosotros ya nos ocuparemos de vaciarlas. Prost!
Bien es cierto que las botellas vacías de esta filantrópica serie son muy monas –venga bien el término al caso– y vienen adjuntas a un cuadernillo con información sobre la especies amenazadas, todo estupendamente presentado y tan bien resuelto en términos de diseño que al final uno llega a pensar que sí, que al fin y al cabo todo el montaje y la producción deben resultar más caros que el propio líquido. Ya sabemos lo que cuesta el marketing y el packaging… Pero ni por esas nos tragamos lo de las botellas vacías. Como reza el nombre de la colección: Triste, pero cierto.
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