No son muchos los hacedores de vino que se atreven a saltarse a la torera el principio que a estas alturas se ha convertido en la obsesión primordial de todo viticultor y bodeguero: el origen. Incluso los que estamos al otro lado de la barra, y nos dedicamos esencialmente a echar al gaznate cualquier líquido que proceda de la vitis vinifera, ponemos cara de espanto si nos sirven algún bebedizo sin patria.
Afortunadamente, el dios Baco ha querido que en este mundo aciago, apegado a tantas reglas inflexibles, pervivan chalaos como Ismael Gozalo y Benjamín Romeo, capaces de transgredir cualquier norma en beneficio del placer.
Hete aquí el resultado del bendito desvarío de estos dos viticultores inspirados y traviesos, que no han dudado exponer su prestigio al apedreo del respetable para dar a luz a Pirata, el blanco más canalla e inclasificable de cuantos ha parido el vino español en los últimos tiempos.
Se trata, ni más ni menos, de un engendro mestizo, elaborado al alimón por estos dos creadores de vinos grandes y singulares, sin que ninguno se mueva de su casa. El mago Romeo –mentor de Contador, La Viña de Andrés, Qué Bonito Cacareaba y otros notables elixires– aporta un blanco de evidente ADN riojano, compuesto por viura, garnacha blanca y malvasía; mientras que Gozalo –que dio alas en Rueda a los primeros Ossian, antes de iniciar su última aventura, MicroBio Wines– suma al Pirata la esencia de las viejas cepas de verdejo que sobreviven en las alturas de Nieva (Segovia).
Las dos mitades de este Pirata se vinifican por separado, en sus respectivas cunas, fermentando en barricas de roble. Luego se mezclan para madurar en una cuba ovalada de 1300 litros, fusionando sus encantos sobre sus lías, durante diez meses.
El resultado de este mejunje es excepcional: un blanco de complejidad poliédrica y viva acidez, rico en matices de fruta blanca madura, flores, acentos minerales… y una boca untuosa y bien definida que sugiere, entre otras virtudes, un largo potencial de guarda.
Aunque esto último será difícil de comprobar, porque Pirata es, qué remedio, un bien escaso y de difícil acceso. De la primera añada, 2014, sólo se embotellaron 800 larguiruchas botellas de formato magnum, destinadas principalmente a la restauración. A la espera de las próximas añadas, quien quiera echar mano al Pirata 2014 debe saber que algunos ejemplares han llegado a enotecas como Lavinia. Eso sí, a un precio intimidante: 175 euros la unidad. No es poco, pero este seductor corsario con un pie en Rioja y otro en Rueda bien los vale.
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