Hombre inquieto, ingenioso y resuelto, Fernando Remírez de Ganuza ha sabido hacerse un sitio entre los grandes hacedores de vino riojano. Y lo ha hecho a su manera, empecinado en encontrar la excelencia sin otra guía que su propio manual, compendio de intuiciones, certezas y obsesiones de un viticultor difícil de clonar.
Perfeccionista hasta decir basta, en sus 27 años de trayectoria como bodeguero ha profundizado en el conocimiento de los viñedos del entorno de Samaniego (Rioja Alavesa), descubriendo las claves de la grandeza en detalles que otros creían nimios. Así, don Fernando ha pergeñado métodos y artilugios inverosímiles –vinificación de los hombros de los racimos por separado, depósitos de fermentación con formas estrambóticas, suaves prensados con bolsas rellenas de agua…– para parir tintos tan monumentales como el profundo Trasnocho o el celebradísimo Remírez de Ganuza Gran Reserva, cuya añada 2004 fue bendecida por los soñados 100 puntos Parker.
Por lo visto, la última tozudez del señor Remírez se ciñe en producir vinos blancos que sean capaces de medirse con sus propios tintos. En esta porfía, el viticultor de Samaniego enterró hace dos años la versión blanca del joven Erre Punto, en pos de un salto cualitativo que se concretó con el nacimiento del Remírez de Ganuza Blanco, fermentado y criado (9 meses) en barricas.
Los lectores que hayan apreciado aquel buen vino, deben saber que no era mas que un primer paso en la busca del tremendo blanco que don Fernando se traía entre manos.
Hoy el misterio se ha revelado: Remírez de Ganuza Blanco Reserva 2009 es aún mucho más serio que su predecesor: un BLANCO riojano con mayúsculas, elaborado a partir de una viña privilegiada, plantada en 1978 con las variedades blancas tradicionales de Rioja: viura, malvasía y garnacha blanca. Su larga crianza en barrica –16 meses, en roble francés, con bâttonage– retoma la antigua tradición riojana en el añejamiento de blancos de alcurnia; aunque este Reserva 2009 poco tiene que ver con los clásicos, ya que gracias a un minucioso trabajo con las lías finas y a la crianza en barricas de formato especial (225 litros), el nuevo RdG ha atesora notable complejidad, equilibrio entre matices especiados y frutales, frescura, generosa acidez… Y un impredecible potencial de guarda: ¿10, 15, 20 años?
Sin duda, estamos ante una nueva estrella en el firmamento de los grandes blancos de Rioja.
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