El vino no es ajeno a la fascinación que ejerce la Patagonia entre las mentes europeas. Tal es así, que la bodega manchega Verum, con raíces en la localidad de Tomelloso (Ciudad Real) desde 1788 y consagrada hasta 2005 a la producción de destilados, no tuvo mejor idea que mirar hacia el remoto Alto Valle del Río Negro, en el sur de Argentina, a la hora de expandirse.
Desde luego, la apuesta de la familia López Montero, de larga raigambre manchega, por un viñedo tan distante no es disparatada. Más allá del atractivo que sugiere la lejana Patagonia, la actual coyuntura climática sugiere que los efectos del calentamiento global serán drásticos para la viticultura de los países de la Europa meridional.
Previendo el desastre, muchos miran hacia los viñedos del Norte. Verum, en cambio, ha mirado hacia el Sur. Más precisamente, hacia los 39º de latitud Sur, donde se extienden los viñedos cada vez más poblados del Alto Valle del Río Negro.
Para concretar su aventura patagónica, los López Montero se aliaron con la familia Del Río Elorza, establecida en Río Negro desde 2001. De la colaboración entre manchegos y patagónicos ha nacido María Victoria 2016, el primer vino de Verum con acento argentino.
La variedad elegida parta este estreno no es otra que la tinta malbec, estandarte de la viticultura del país que lidera el ranking de productores de América del Sur. Aunque bien podría haber sido la pinot noir, que en remoto valle patagónico también ofrece una notable calidad. Bien lo sabe el danés Hans Vinding-Diers –primo de Peter Pingus Sisseck, por cierto–, que asesora este nuevo proyecto y tiene el mérito de haber pergeñado algunos de los mejores vinos patagónicos (Chacra, el mejor), sacando buen partido a la tinta borgoñona.
En todo caso, la expresión que apunta la malbec en esta extrema latitud es bien distinta a la que desarrolla en Mendoza, origen de los tintos más famosos elaborados con esta uva. La notable estructura tánica le delata, es verdad, pero en su primera añada María Victoria revela una frescura y acentos minerales que no son habituales entre los malbecs mendocinos.
Dicho esto, que los paladares curiosos que anhelan viajar a la Patagonia –al menos, sensorialmente– echen mano de una botella de este nuevo tinto argentino de padres manchegos. ¡Salud, che!
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