Viñedo Barreiros 2018, el godello de los abuelos que vuelve para emocionar

No es solo entrañable que Nacho Álvarez, joven y talentoso enólogo berciano vecino de Puente de Domingo Flórez –que además es sumiller, lo que le abre las narices en perspectiva respecto a otros colegas como hacedor de vinos– haya bautizado a su proyecto Pago de los Abuelos.

Es evidente que con ello saca partido a viñas viejas que fueron de los padres de sus padres, lo cual es un beneficio patrimonial que le ha caído en suerte, como quien tiene un chalet en la sierra porque sus antepasados tuvieron el buen tino de adquirirlo y conservarlo.

Pero en este caso, lo mejor de la historia va mucho más allá de la herencia histórica e incluso de la recuperación de viñedos viejos y el aprovechamiento de cepas prefiloxéricas.

Porque lo que pone en valor el bueno de Álvarez –tan bueno es que en 2016 el mismísimo Robert Parker Jr le señaló como «enólogo revelación» de este país– no es solo las viñas de sus propios abuelos.

El concepto quiere ir más allá y dar lustre a una generación que no pudo vivir del fruto de sus viñedos, viajar por el mundo con sus botellas bajo el brazo luciendo su calidad ni disfrutar del placer de sus vinos en compañía. Porque en aquellos tiempos no había más que sacrificio.

El godello de los abuelos que vuelve para emocionar

De allí que el nombre de su proyecto no sea un homenaje a sus abuelos sino a todos los pequeños viticultores abuelos del mundo que se dejaron el lomo para que hoy tengamos joyas vinícolas como las que atesoran algunos viñedos ancestrales diseminados por toda la geografía de este país.

Una de ellas es, justamente, el Viñedo Barreiros, plantado hacia 1890 y que perteneció a los abuelos Floripes y Guillermo.

Es la parcela más extensa de las 14 que conforman el proyecto de Nacho y la primera que fue recuperada la causa, en 2015. Es vecina del pueblo de Puente de Domingo Flórez, a medio camino entre las comarcas de El Bierzo y León.

La viña está plantada sobre suelo de pizarra, a 450 metros de altitud, con una pendiente de 30%. En el viñedo conviven vides de mencía con godello.

Con esta que esta última variedad Nacho Ávarez da lugar a este fragante blanco, de buena estructura, y notable carácter, con ocho meses de crianza en barricas francesas de 600 litros que le aportan cremosidad y longitud.

Las 2000 botellas de esta añada 2018, sin embargo, se antojan demasiado jóvenes para ser descorchadas ahora mismo: dentro de un año serán aún más deliciosas. Como un entrañable abuelo, ganarán en bondad y sabiduría… En cualquier, ahora y más adelante, la calidad está garantizada.

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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