El viognier de Prieto Pariente no es el primer vino blanco que se elabora en España con esta variedad, originaria del valle del Ródano. Aunque si uno de los más notables. Y sin duda un delicioso exotismo, considerando que procede de una pequeña viña localizada en La Seca (Valladolid); es decir, en el mismísimo corazón del reino de la verdejo.
Considerando el crecimiento que ha experimentado la D.O. Rueda en años recientes y la enorme demanda que tienen sus vinos, que en uno de los terruños más preciados se cultive otra variedad que no sea la emblemática verdejo –o alguna de las que actúan como complementarias, como la viura o la sauvignon blanc– es una rara excepción. Y aún más, si se trata de una uva que hasta ahora el Consejo Regulador de la D.O. no contemplaba en su reglamento, como es el caso de la hoy aquí nos ocupa.
Dicho esto, queda claro que una viña de viognier sólo podía sobrevivir en La Seca porque la fortuna así lo quiso: por un error, accidente fortuito o mera casualidad. Las vides de esta variedad crecieron camufladas entre el maremágnum de verdejo desde 1999 hasta que Martina e Ignacio Prieto Pariente revelaron su verdadera identidad. El sorprendente hallazgo permitió explicar la razón de la presencia de la viognier en el terruño vallisoletano: un error en la selección de los clones que todos pasaron por alto, durante casi dos décadas.
Los nietos del legendario viticultor José Pariente –referente en la comarca de Rueda– vieron en aquel error una oportunidad y, en vez de proceder a replantar la viña con la demandada verdejo, se aplicaron a sacar el mejor partido a la bendita viognier. Para elaborar un excelente blanco que a la postre se convirtió en bandera de su incipiente proyecto, Bodegas Prieto Pariente. Que actualmente cuenta con una gama de vinos de rasgos diferenciados a partir de viñedos localizados no solamente en esta zona, sino también en la Meseta Norte, en el Bierzo y Cebreros.
Volviendo al Viognier y a su segunda añada, 2020, tiene la singularidad y el encanto de ofrecer el rotundo carácter expresivo de esta variedad –marcado por acentos cítricos y de fruta blanca de hueso– con la frescura y vibrante acidez de los blancos de La Seca. Para moldear este atractivo perfil, los hermanos Prieto Pariente han acertado en una vinificación que combina distintos materiales (depósitos de acero inoxidable, huevos de hormigón y barricas de roble francés de 500 litros), completando el proceso con una crianza de seis meses sobre lías que aporta volumen y untuosidad a la textura.
En síntesis, se trata de un blanco que rompe moldes en el contexto del viñedo de la vieja Castilla y llamará la atención de los paladares curiosos. Que además anima a probar el resto de la gama del joven proyecto de la tercera generación de esta saga de viticultores.
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