Ya se sabe: Benjamín Romeo, al frente de Bodega Contador, es un viticultor con mano de artista y sin pelos en la lengua. Tampoco se le caen los anillos a la hora de afirmar que su vino La Cueva del Contador «es uno de los vinos con mejor relación calidad-precio del panorama español».
Hay que probar alguna de sus mejores añadas, como la del 2019, que hoy aquí nos ocupa, para corroborarlo, aún cuando La Cueva del Contador no sea un vino apto de consumo diario: su pvp está en torno los 70 euros. Pero esto no quita que tenga mejor relación precio calidad que muchos vinos de 6 o 7 euros… Elaborado al 100% con los mejores tempranillos que crecen en el entorno de San Vicente de la Sonsierra –el bueno de Benjamín nunca repite assemblage ni parcelas, siempre a la búsqueda de lo mejor para cada vino–. Aún cuando se muestra muy joven presenta una expresión de fruta negra y roja muy limpia y pura, con matices especiados y balsámicos, con nitidez y profundidad. Sin duda, es una añada elegante, con un tremendo potencial. Seguramente, de las mejores que hemos podido probar de este vino casi secreto pero muy grande.
En la cata que Benjamín Romeo realizó en el restaurante A’Barra de Madrid para celebrar el 25 aniversario de este vino icónico para su bodega, pudieron catarse varias añadas sublimes –además de algunas sorpresas fuera de carta, como un blanco Qué bonito cacareaba de la añada 2012, integro, complejo y seductor, que demuestra que el blanco mayor de bodega Contador se sitúa en la cúspide de los blancos riojanos, y una rara novedad: un tinto dulce–, como 2012 o 2004; esta última aún íntegra, elegante y compleja. Un gran vino vino riojano, en la línea de los que dieron fama al trabajo de Benjamín Romeo, aunque desde el Bar de Gastroactitud nos atrevemos a vaticinar que La Cueva del Contador 2019 es capaz de superar en finura y profundidad las añadas más antiguas del mismo autor. Aunque más no sea porque el el viticultor y bodeguero ha ido evolucionando en su trabajo y aprendiendo en el manejo de su viñedo y sus métodos, superándose a sí mismo con el correr de los años.
Más allá de las circunstancias de la añadas –que condicionan el perfil y la evolución de los vinos–, el trabajo de este viticultor que en 1996 dio a luz la primera añada de de La Cueva del Contador y en 2008 estrenó su funcional bodega en San Vicente de la Sonsierra (Rioja Baja) –después de conocer las mieles de la gloria con dos 100 puntos Parker consecutivos, por las añadas 2004 y 2005 de su tinto Contador– es cada más vez más serio y conciso. Y sus vinos, cada vez mejores. Hay que probarlos para entenderlo.
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