Vaya por delante que este servidor le rechinan los productos –comestibles o bebestibles– que saben o huelen a trufa, empezando por los malditos aceites aromatizados que han llevado los italianos al mundo, contaminando con artificioso olio al tartufo infinitos risottos, platos de pasta y un largo etcétera…
En el mismo prontuario de imposibles artilugios trufados aparecen también chips de patatas, toda suerte de salsas, quesos, mieles, mortadelas y hasta algún terrorífico vino (de cuyo nombre no quiero acordarme).
No se trata de un rechazo a al bendito tuber, que en sus mejores variantes constituye un manjar estratosférico. Comparto la idea –y el vicio, diría– de consagrar casi cualquier alimento con unas sutiles lascas de la negra y terrosa melanosporum, o la blanca y voluptuosa magnatum para tocar el cielo. Pero, claro, una cosa son las buenas trufas –siempre en temporada– y otra los nefastos extractos sintéticos, obtenidos vaya uno a saber cómo.
Esta declaración de fobias y filias truferas viene a cuenta de un raro hallazgo relacionado con esta oscura pasión: el vodka Yalma, que recientemente ha hecho su aparición en el mercado ostentando un llamativo apellido: Black Truffle.
Un vodka elaborado con trufa negra tiene visos de locura. Y aún más si se considera su origen español. Bien es sabido que este país no tiene tradición en la elaboración de esta bebida. Pero como en algunos rincones de la geografía peninsular el subsuelo esconde buenos ejemplares de este hongo hipogeo, mientras que en otros enclaves los manantiales surten su entorno de agua purísima, un grupo de amigos tuvo en 2015 la descabellada idea de destilar la esencia de la tierra en un espirituoso.
Así nació Yalma, cuya estética filonipona despista pero no engaña: el nombre rinde homenaje a una perrita adiestrada para buscar trufa. El resto es una apuesta por la excelencia: Tuber melanosporum de Teruel, aguardiente de trigo francés y agua de Sierra Nevada, a cuyos pies de sitúa la destilería donde ve la luz este singularísimo vodka, que no defrauda en la degustación: suave, armónico y sutilmente perfumado, tiene la virtud de expresar los matices de la trufa con discreción. Aunque sus mentores no escatiman a la hora de añadir trufa al conjunto: nada menos que 3,2 gramos/litro.
La sorpresa de Yalma no acaba allí. Ya metidos en faena, sus progenitores han parido también una ginebra igualmente bendecida con melanosporum y un vodka destilado con patatas moradas: Yalma Violet Potatoe Vodka. La cosa promete…
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