10 consejos para el enómano inexperto

Hete aquí un pequeño manual de supervivencia destinado a los no iniciados que quieran aventurarse en el disfrute y conocimiento del vino sin sufrir los embates de los falsos sabios que abundan en el universo enomaníaco: el compañero de trabajo que siempre pretende impresionarnos describiendo las últimas adquisiciones que ha hecho para su fabulosa y mentadísima bodega –que probablemente no será más que un armario acondicionado empotrado en algún rincón de una cocina tan diminuta e incómoda como la mayoría–, el inevitable cuñado adicto al Rioja que desprecia a viva voz cualquier vino de otra procedencia, el insufrible mercachifle que aprovecha una comida de trabajo para pavonearse a la hora elegir la bebida…. y demás especímenes de esta profusa fauna de impostores.

  1. Tus gustos vinícolas son tan válidos como los de cualquiera
    ¿Quién puede atribuirse la verdad absoluta en un asunto en el que la subjetividad está a la orden del día? Ni siquiera el conocedor más curtido tendrá argumentos suficientes para convencerte de que aquel tinto que tanto te gusta es un asqueroso mejunje. Para los gustos, oiga usted, señor catador, están los colores.

  2. Cada botella tiene un significado.
    El vino posee un gran bagaje simbólico. Cuando regalamos una botella, la elección del vino, según su tipología, la marca, la zona de producción, el diseño de la etiqueta, etc., entraña un mensaje al destinatario: “para que veas que no soy pobre”, “para que te sorprendas”, “para que sepas lo poco que te valoro”…

  3. Hay vida más allá de Rioja y la Ribera del Duero.
    La riqueza del mundo del vino reside en su diversidad. Los viñedos del planeta producen cada año alrededor de 269.000.000 hectolitros de vino. Las variedades de uva, los métodos de elaboración, la tipología y el clima, los suelos, la tradición vinícola de cada región… impiden que en este planeta existan dos vinos iguales. De modo que ¡decídete a descubrir esta gran diversidad!

  4. ¡Cuidado con los vinos-chollo!
    En tiempos de vacas flacas, abundan en el mercado botellas de precio irrisorio que desafían la más sencilla ecuación presupuestaria. Por eso, a la hora de descubrir un vino que pueda entusiasmarnos con una relación calidad-precio insuperable, también hay que mantener los pies en el suelo: una cosa es un vino barato y otra, muy distinta, un vulgar brebaje imposible de echar al buche.

  5. No guardes cadáveres en la cava.
    La mayor parte de los vinos llegan al mercado en un momento óptimo para el consumo. Si los conservas durante mucho tiempo, lo más probable es que te lleves un chasco cuando por fin los descorches.

  6. Atrévete a catar.
    La cata no es un rito ceremonial reservado a prodigiosos gurús, sino un sencillo método que permite analizar y comparar calidades. Cualquiera puede hacerlo: sólo debes poner en guardia los sentidos y tener fe en tus propias impresiones. Además, si se escoge bien los vinos a catar –y los compañeros– la experiencia puede ser muy divertida.

  7. Acepta los consejos de los especialistas.
    En una buena enoteca, no merece la pena que te tires el rollo fardando de más conocimientos de los que realmente tienes. Es mucho mejor que te sinceres con el tendero, confesando tus dudas, filias y fobias sin ambages. Si es un buen profesional, evitará pegarte el sablazo a la primera de cambio y sabrá guiarte hasta la botella más indicada.

  8. No permitas que el sumiller se te suba a la chepa.
    Recuerda que la máxima de la hostelería es que “el cliente siempre tiene razón”. Si el sumiller que te ha tocado en suerte en aquel restaurante es un engreído, para mantener a salvo el honor –y el bolsillo– deberás marcar el territorio: “conmigo no te metas”. Deja que se ocupe de los asuntos relativos al servicio –descorchar el vino, servirlo, enfriar la botella, etc.– pero manteniendo la boca cerrada. En cambio, si es un buen profesional, y se acerca a los clientes con humildad, acepta sus consejos.

  9. Exprésate como un experto.
    Si te interesa tener cierta autoridad en el mundillo enomaníaco, no sólo deberás saber de vinos, también tendrás que saber contarlo. No te agobies: podrás sobrevivir sin el título de Master of Wine. Basta con que memorices unos cuantos palabros claves en el léxico vinícola: botrytis, brett, biodinámica, tanino, posgusto… además del nombre de las uvas de moda. “¿Me pone usted un albillo?”

  10. Disfruta del vino.
    No olvides jamás que el disfrute y la experiencia son los únicos caminos para saber de vino. Así que disponte a descorchar cuanta botella se cruce en tu camino. Y no te cortes a la hora de probar, beber, catar, compartir, comparar, recordar y volver a probar. Cuantas más copas de vino hayan pasado por tus manos, mejor catador serás.

 

Para “saber de vinos” es necesario mucho tiempo de aprendizaje y una amplia experiencia, con este curso descubrirás las claves imprescindibles que te permitirán valoralos.

Federico Oldenburg

Periodista especializado en vinos y destilados, colaborador de numerosos medios internacionales y jurado de los más prestigiosos certámenes vinícolas.

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