Cada horno es diferente, hay que cogerle el punto. Imprescindible precalentar el horno a 175-180ºC quince minutos antes de comenzar para que esté a temperatura cuando metas el bizcocho.
Es importante pasar la harina por un tamiz, cedazo o colador para incorporarla a la masa sin apelmazar y que así favorezca la creación de burbujas de aire.
La sal funciona como contrapunto del dulce y lo que hace es potenciar el sabor de los ingredientes del bizcocho. Es un truco muy simple que da muy buenos resultados porque el bizcocho tendrá más sabor.
En una masa de bizcocho, los huevos deben soportar el peso de los demás ingredientes, por eso se baten (enteros o solo las yemas) con el azúcar hasta que adquieren consistencia.
Pero antes de agregar el azúcar, lo habitual es batirlos hasta que se ponen espumosos. Eso significa que han cogido aire que acturá como impulsor haciendo que el bizcocho sea más esponjoso. Si utilizas varillas eléctricas, la velocidad debe ser lenta.
La masa del bizcocho tiene que guardar unas proporciones determinadas. Lo mejor es seguir al pie de la letra una receta fiable. El líquido está en relación con la grasa y con el resto de los componentes húmedos (leche, yogurt, mermeladas o pulpas de fruta, zumos y jugos).
Los moldes tradicionales de metal hay que untarlos con mantequilla y espolvorearlos con harina para evitar que la masa del bizcocho se quede pegada en las paredes.
También pueden forrarse con papel vegetal, llamado papel de hornear.
Si el bizcocho es de chocolate, espolvorea el molde con cacao, de lo contrario se formará una película blanca en las paredes del bizcocho.
Los moldes de silicona no hay que enharinarlos. Pero recuerda llenarlo una vez colocado sobre la rejilla del horno porque cuando tenga la masa dentro será muy difícil moverlo.
Nunca llenes el molde más de ¾ de su capacidad, corres el riesgo de que se desborde al aumentar de tamaño en el horno.
Durante la cocción del bizcocho es importante no abrir el horno. Si lo haces, la temperatura descenderá bruscamente y la cocción se resentirá. Solo 5 minutos antes del tiempo previsto puedes abrirlo y comprobar el punto de cocción clavando una aguja larga en el bizcocho. Si sale limpia está en su punto. Si arrastra restos de masa, necesita cocer más.
Deja el bizcocho cinco minutos en el horno apagado. Cuando lo saques, espera otros cinco minutos y desmoldalo. Si está muy caliente es probable que se rompa. Ponlo sobre una rejilla para que se enfríe a la vez por todos los lados.
Para conservarlo, lo mejor es guardarlo en la nevera, bien envuelto con film de cocina, así no se resecará.
También puedes partir el bizcocho en porciones y congelarlo.
La palabra bizcocho deriva de la francesa biscuit que significa cocido dos veces (Bis –dos– + cuit –cocido–). Antiguamente eran unas piezas secas, completamente deshidratadas por la doble cocción y porque los ingredientes no se batían, solo se mezclaban.
En Francia en el siglo IX encontramos en algunos escritos referencias al pain biscotté; más tarde se le añade algunas especias o zumos, proporcionando sabores diferentes. En el siglo XIII en Saboya se incorpora grasa y comienza a utilizarse la proporción mitad de harina y mitad de fécula de patata, dando origen al pastel Saboya.
En los diarios de los barcos que descubrieron América y dieron la vuelta al mundo en el siglo XV, figuran ya los bizcochos: panes que se cocían dos veces para que pudieran soportar el viaje sin enmohecerse ni estropearse. Se utilizaban como ingrediente para hacer sopas.
A principios del siglo XIX los pasteleros se afanaron por mejorar la preparación: la querían más ligera y más esponjosa. Después de muchos intentos, se obtuvo una masa ligera añadiéndole claras batidas a punto de nieve.
Una de las recetas más famosas es la del Bizcocho Cuatro Cuartos. Es muy sencilla y se llama así porque justo esa es la proporción de sus ingredientes: un cuarto (250 gr) de cada uno: huevos, azúcar, mantequilla y harina.
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