Los sofocos estivales no tienen por qué desvirtuar el disfrute del buen vino. Y aunque los hay que consideran que con la canícula llega el tiempo de los brebajes de calidad más bien discreta –aquellos que se consumen en el chiringuito de la playa o en la piscina, sin mayores exigencias cualitativas–, también en los días calurosos es menester preservar el ejercicio crítico. ¡Que el bochorno no altere nuestra capacidad para distinguir un buen vino de otro que no lo es!
Bien es cierto que no todos los vinos se disfrutan de igual manera en invierno que en verano. Por ejemplo: con su insigne complejidad y envolventes recuerdos de madera noble y especias, un Gran Reserva riojano sugiere a ser descorchado junto a una chimenea, aquellos días en los que hasta los árboles tiritan. Por contra, un tinto joven de región marina o microclima frío, de color frágil y etéreo y aromas golosamente frutales, no tiene mejor escenario que una terraza o un jardín veraniego.
Desde luego, la dicotomía vinos de verano-vinos de invierno no sólo distingue entre los que resultan más placenteros cuando se consumen fríos y los de exigen temperaturas más templadas. Algunos son más estivales que otros porque sugieren sensaciones que los sentidos asocian con la frescura –flores, hierba recién cortada, fruta recogida hace pocas horas–, presentan un volumen ligero en el paso por la boca y armonizan de manera idónea con los alimentos propios de los meses de calor.
En el caso de los tintos, los más veraniegos suelen ser de cosecha reciente: aquellos que no han sido sometidos a largos procesos de crianza y que conservan el espíritu de la fruta. Hete aquí seis de nuestros favoritos, procedentes de regiones vinícolas variopintas.
Vintae
Valle del Maule (Chile)
PVP: 20,00 €
75 cl
Del proyecto que han impulsado los riojanos de Vintae en Chile llega este delicioso monovarietal de carignan, uva que ha encontrado un terroir idóneo en el Valle del Maule. Es un tinto rico en aromas licorosos y de frutos negros, con un cariz elegante y bien cuajado que convive con un carácter fresco y mineral, que invita a repetir el trago.
Bodegas Verum
V.D.T. Castilla
PVP: 19,00 €
75 cl
Elías López se atreve a reformular la esencia vinícola de Castilla-La Mancha adaptando el cultivo a las exigencias del cambio climático y rescatando varietales olvidados como el tinto velasco. Este manchego ulterior combina la crianza en barricas usadas y tinajas de barro para delinear un perfil sorprendente, en el que las sensaciones de fruta madura conviven con una generosa acidez, agradable tanicidad y paso fluido y refrescante.
3- Jean Leon SM-16
Jean Leon
D.O. Penedès
PVP: 14,00 €
75 cl
Flamante incorporación a la gama Experimental Wine de Jean Leon, ofrece el protagonismo a la variedad sumoll, originaria del Penedès pero marginada durante décadas por viticultores y las autoridades de la D.O., que privilegiaron la introducción de varietales foráneos. Vinificado en cemento y criado en foudres de roble francés, SM-16 seduce con taninos suaves, deliciosa frescura y viva acidez. Contribuye a dar más crédito a una uva que bien puede considerarse como la pinot noir del Mediterráneo.
Fedellos do Couto
D.O. Ribeira Sacra
PVP: 27,85 €
75 cl
La joven bodega liderada por Luis Taboada, Pablo Soldavini, Curro Barreño y Jesús Olivares saca partido a viñas viejas y de reciente plantación de bastarda –uva conocida en regiones vecinas como merenzao y bastardo– cultivadas en los márgenes de los ríos Sil y Bibei para dar a luz un tinto de arrebatadora frescura, fina acidez y delicada mineralidad. Para beber a litros.
Finca Torremilanos
D.O. Ribera del Duero
PVP: 12,50 €
75 cl
La valiente y decidida apuesta de Ricardo Peñalba por los principios de la viticultura biodinámica gana crédito con este tinto que alumbra una expresión fresca, fragante y vivaz, inusitada en el contexto de la Ribera del Duero. Un tempranillo singular, matizado con un 5% de merlot.
Ariel Rot & Ànima Negra
V.D.T. Mallorca
PVP: 15,00 €
75 cl
El rockero Ariel Rot se alía con la bodega mallorquina Ànima Negra para concretar su segunda joint-venture vinícola (la primera fue el tinto valenciano La Huesuda 2013), que recurre a un coupage dominado por las variedades locales callet (50%) y mantonegro (20%) –complementadas con un 20% de cabernet sauvignon– para bordar un vino que suena fresco, noble y auténtico, con la sutil expresión frutal de la callet en primer plano, bien sostenida por la acidez y los taninos de las uvas que aquí le secundan. El paso por la boca es fluido y refrescante, sabroso y menos efímero de lo que sugiere su aparente ligereza.
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