Carlos Duarte, oceanógrafo, investigador, experto en pesca… es un referente mundial en ecología marina, una de las voces más autorizadas a la hora de hablar del mar, de la pesca y del pescado. Desde 2015 es titular de la cátedra de Ecología del Mar Rojo en la KAUST, universidad de Arabia Saudita. Con la claridad mental que aporta el conocimiento de los datos, Duarte no se calla. No tiene reparo en meter el dedo en las llagas y acusar a quienes no lo hacen bien da igual que sean políticos, armadores, burócratas…
Este investigador, hijo de malagueña y lisboeta, ve en el mar la gran despensa del siglo XXI: la única solución para poder alimentar a la humanidad. Su obsesión hacer de la pesca una actividad sostenible para que los océanos vuelvan a recuperar la diversidad biológica que tuvieron antaño. También que España vuelva a invertir en I+D y recupere el liderazgo en acuicultura que tuvo hasta el año 2000. Al hilo de su ponencia en el Encuentro de los mares 2020, hablamos con él sobre los retos del mundo y de España.
Efectivamente, nos encontramos al límite, por área de cultivo disponible, desertificación y pérdida de fertilidad en muchas zonas. Limitaciones a la disponibilidad de agua, al alimento que podemos producir anualmente… Y aun así nos enfrentamos a un aumento de población de cerca de 2,000 millones de personas para el año 2050. Cómo alimentar a la población humana en 2050 es un reto mayúsculo.
Cuando miramos al mar nos debería inspirar el hecho de que este ecosistema sigue siendo productivo y, en gran medida, salvaje, y que cada metro cuadrado de océano es productivo. Nos debería preocupar el impacto que la actividad humana ha tenido sobre la vida marina, y al mirar el mostrado de la pescadería el que mucho del pescado que vemos ahí se haya producido de forma no sostenible (por sobrepesca – o pesca ilegal – o por prácticas de acuicultura que no son sostenibles).
No hay otra vía: tenemos que dirigir la pesca hacia una industria sostenible y regulada, y la acuicultura hacia prácticas sostenibles y que preserven el potencial del alimento de origen marina como fuente de salud para los consumidores.
Depende de cómo se practique. Hay que controlar que las capturas permitan que los stocks se mantengan en niveles saludables, capaces de regenerarse. También valorar los daños que causan las artes empleadas, tanto en términos de destrucción de hábitats, como ocurre con el arrastre, como de capturas y mortalidad de especies que no son objetos de la pesquería. Si todo eso se valora y se respetan las normas, puede haber una pesca sostenible.
La flota española opera a nivel global y es una de las flotas con mayores capturas en todos los océanos (Atlántico, Índico y Pacífico), por lo que hablar de restricciones a la pesca de la flota española es ignorar su dimensión global. Las leyes de pesca las fija cada país dentro de sus zonas económicas exclusivas, y en ese sentido cada país es soberano, en aguas internacionales están surgiendo consorcios de países que colaboran para regular la pesca. Este es un desarrollo positivo, pero sigue habiendo mucha pillería, como flotas que se alinean justo en el borde exterior de las zonas económicas exclusivas de países con pesquerías muy productivas, aprovechándose y debilitando sus esfuerzos para mantener stocks en niveles saludables.
En primer lugar comportarse como una industria responsable, pescando de forma sostenible, legal y responsable. Este es el comportamiento del 95% de nuestra flota, pero hay piratas en nuestra flota que la industria conoce muy bien, que afectan de forma muy negativa la reputación del 95% que hace las cosas bien, y que la propia industria debería encargarse de expulsar del mercado por los impactos negativos sobre toda nuestra flota.
En segundo lugar, tenemos que volvernos a colocar en una posición de liderazgo en acuicultura marina, que tuvimos en los años 80 y 90, pero que hemos perdido por falta de inversión en I+D y políticas que impulsen la acuicultura. Pensemos que la acuicultura industrial moderna aparece en España, con los cultivos de mejillones, y en Noruega, con el de salmón. Mantener ese liderazgo será clave en las próximas décadas, pues la acuicultura jugará un papel cada vez más importante.
Carecer de políticas… España tiene una presencia nula en los foros en los que se está diseñando la económica de los océanos del futuro, particularmente el Alto Panel para una Economía Sostenible del Océano, que va a fijar la agenda para las próximas décadas. En el documento que se firmó el 8 de junio de 2020, día de los Océanos, no está la firma de España. Sí la de Noruega, Canada, Australia, Chile o Portugal.
Esta es una de las políticas fundamentales, que hemos dejado caer. Una posición de liderazgo requiere del impulso, también en posición de liderazgo, de la I+D, que en España se ha dejado caer durante los últimos 12 años, destrozando una lenta y dura tarea de construir un sistema de I+D moderno en potente durante 30 años. Es una inconsciencia de nuestra clase política que vamos a pagar muy cara. Para botón de muestra, la crisis absoluta en la que entró el Instituto Español de Oceanografía en 2020.
Sí, pero para ello se debe cerrar el ciclo de producción dentro de la cadena trófica marina en la propia granja. La acuicultura de peces consume 20 millones de toneladas de peces para producir harina y aceite de pescado para producir solo 5 millones de toneladas. Eso no es sostenible ni entra en la razón.
Por supuesto que lo son. Los moluscos filtran el agua y mantienen su calidad, siempre que el agua esté suficientemente oxigenada y no contenga contaminantes, como metales pesados y contaminantes orgánicos (o microorganismos potencialmente patogénicos) que pongan en riesgo al consumidor.
No. Siempre que se haga dentro de parámetros de pesca legal y sostenible es lícito consumir pescado salvaje.
A través de nuevos sistemas de satélite combinados con inteligencia artificial que están detectado y siguiendo a estos barcos, que apagan o manipulan sus balizas de identificación.
No existe el atún de granja. El qué se engorda en jaulas no se ha criado en la granja, solo se ha engordado y en ausencia completa de sostenibilidad. Hasta que no se cierre el ciclo de cría del atún en granja no existe atún de granja, solo engordado previo a la comercialización para subir su precio. Posiblemente no sea posible el cultivo de atún hasta que se desarrolle la acuicultura de alta mar… pero Noruega ya la iniciado con la primera granja de salmones en alta mar.
En las especies planctivoras, herbívoras y detritívoras, que son más sostenibles. Por ejemplo la sardina, el boquerón…
El término “pescado” es confuso. Los beneficios, indudables, del pescado marino para la salud humana (particularmente nuestro desarrollo mental y cognitivo y la salud reproductiva de las mujeres) no se fundamenta en que tengan aletas, escamas, etc., sino que se alimenten de la cadena trófica marina, de donde vienen estos beneficios. El pescado de agua dulce o alimentado con piensos formulados con harina de soja, etc., no reporta esos beneficios.
Como hijo de lisboeta y malagueña por supuesto que me gusta comer pescado. Me gustan todos nuestros arroces, los platos de moluscos y los pequeños pescados planctivoros, como la sardina, el boquerón, que son deliciosos.
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