El próximo noviembre se cumplirán 63 años de la apertura de Casa Solla. Un restaurante familiar que ha ido evolucionando a lo largo de los años al ritmo que lo ha hecho Pepe Solla, su propietario y segunda generación del restaurante y cuarta de restauradores. Desde que Pepe se puso al mando del restaurante en 2003 (aunque desde finales de los 80 ya trabajaba allí junto a sus padres), su espíritu inconformista y su vitalidad, le han hecho estar siempre a la vanguardia del cambio. Durante los más de 30 años que han transcurrido desde entonces, Casa Solla ha ido experimentando una transformación paulatina pero significativa. Despojándose, poco a poco, de elementos prescindibles para acercarse cada vez más a su esencia, pero sin perder su identidad.
La mejor forma de arrancar con la explicación de este cambio es con una afirmación del propio Pepe: “Estamos felices con el resultado de esta reforma. Creo que la necesitábamos, yo la necesitaba, porque de algún modo tenía la sensación de que se había separado el cuerpo del alma. El alma de la cocina que hacemos en Casa Solla había evolucionado hacia una propuesta más de producto, de sencillez, de realidad y cercanía. Y quería que eso tuviese también su reflejo fuera en el comedor y en el ambiente que creamos para nuestros clientes. Ahora todo tiene una redondez con la que nos sentimos muy confortables y esperamos que eso también lo perciba el comensal”.
Entre los cambios más destacables y visuales está el de las mesas. Que ahora son de madera de roble negra, tratadas mediante una antigua técnica japonesa conocida como Shou Sugi Ban. Esta se emplea para proteger y fortalecer la madera, haciéndola más resistente y duradera. Las maderas han sido cuidadosamente quemadas a soplete, un proceso que no solo las embellece, sino que también resalta sus vetas naturales. Al pasar la mano por su superficie, se puede percibir una textura singular, que invita a tocarla y sentirla. Evocando la misma sensación que se experimenta al acariciar la piel de una persona. Este detalle, además de ser estéticamente atractivo, aporta una dimensión táctil a la experiencia gastronómica en Casa Solla.
Estas nuevas mesas no solo cumplen con este propósito, sino que también cuentan una historia de tradición y artesanía. Fusionando lo mejor de las técnicas ancestrales con un diseño contemporáneo. Esta madera negra, además de proporcionar naturalidad al espacio, hace que las vajillas artesanales y naturales que se emplean resalten de manera especial. Creando así, un contraste visual impactante y elevando así la presentación de cada plato.
Se han tapizado algunas zonas de paredes y techo de la sala con tela negra. Esto en combinación con el granito tradicional gallego en paredes y gueridones, la madera negra de las mesas, y el hierro, logran crear una atmósfera única y envolvente.
También se han hecho cambios en otro aspecto que para Pepe es fundamental en su casa, como lo es la iluminación. Este cambio transforma Casa Solla en dos restaurantes distintos: uno de día y otro de noche. La iluminación diurna se enfoca en aprovechar la luz natural de los grandes ventanales que se funden con el paisaje rural gallego en el que está enclavado el restaurante. Lo que consigue generar un ambiente fresco y luminoso. Y la iluminación nocturna que ahora proyecta directamente sobre cada mesa, utiliza tonos más cálidos e íntimos. Proporcionando así una atmósfera acogedora y elegante. Esto, además, crea al mismo tiempo una sensación de privacidad y exclusividad. Este ajuste no solo mejora la experiencia gastronómica, sino que también destaca la versatilidad del espacio. Adaptándose a las diferentes sensaciones y expectativas de los comensales según el momento del día.
Pero no todos los cambios son perceptibles a golpe de vista, algunos se aprecian a la hora de disfrutar de su experiencia gastronómica. Como la instalación de paneles absorbentes del sonido, que ha sido clave para lograr un ambiente acústicamente aislado, eliminando ecos y ruidos indeseados.
La combinación de los dos factores que mencionábamos anteriormente, la mejora de la luz creando más oscuridad y la de la acústica. Logrando un mayor silencio, permite que cada mesa se convierta en un universo propio, ofreciendo a los comensales una experiencia gastronómica íntima y singular.
El objetivo de Pepe con todos estos cambios es claro: que cada elemento en Casa Solla, desde el mobiliario hasta el más mínimo detalle, contribuya a crear un ambiente acogedor y sofisticado, coherente con la gastronomía que se ofrece y él considera que ahora “con esta reforma siento que nuestro espacio se encuentra en armonía con la propuesta gastronómica que ofrecemos actualmente».
Para los vegetales, en Casa Solla se abastecen de los frutos de varias huertas. Y las trabajan de manera ecológica, o bajo los parámetros de la biodinámica. Renuncian a tener su propio huerto para promover el desarrollo de las zonas rurales, generar economía a su alrededor y poder tener mayor y mejor oferta de huerta.
Tras 30 años cocinando, nos dice que “cada vez siento más esa necesidad y esa dependencia de hacer platos con el mar y la huerta, no hay nada que me apetezca más ahora mismo, porque la memoria te marca”.
Siguiendo dicho dictamen: “a partir de ahora los menús que servimos en Casa Solla están basados en pescados, mariscos, algas… y también con una huerta que está más presente que nunca, con vegetales, hojas, tallos, raíces, desde las fincas o desde el borde del océano Atlántico. Así, los nuevos menús tienen una primera parte dedicada al mar y una segunda dedicada a la huerta. Pero siendo sensibles a una parte del público, ofrecemos como opción la posibilidad de añadir un plato de carne en los menús cuando así lo soliciten en su reserva, ya que no pretendemos ser taxativos en nuestra filosofía gastronómica, pero creemos en lo que hacemos y en esa línea confeccionamos los menús. Esta es la forma: el respeto y culto al producto, con las dosis justas de creatividad y evolución, sin caer en las modas, pero siempre atentos a la vanguardia”.
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