Cerezas del valle del Jerte

Las cerezas están maduras y el valle del Jerte vive una actividad frenética. Hace unas semanas comenzó la recolección. El blanco de las flores que en marzo cubría por completo los bancales del valle extremeño ha dado paso a un verdor profundo tras el que se esconden los diminutos frutos del cerezo que exhiben toda la gama de rojos.

Para los japoneses las delicadas flores del Prunus Cerasus -nombre botánico de este frutal- son símbolo de pureza, belleza y felicidad. En España su fruto evoca –como la deliciosa novela de Montserrat Roig, Tiempo de cerezas– la calidez de un dulce momento en la vida en el que todo es posible.

Más allá de metáforas y leyendas, al rededor de la cereza gira una poderosa industria hortofrutícola que ha convertido a esta comarca extremeña en referencia mundial por la cantidad y calidad de sus productos. Ya en el siglo XVIII los cronistas de la época describían el valle como un auténtico paraíso frutal. El cerezo se cultiva en la comarca desde el siglo XIV, aunque no fue hasta mediados del XVIII, y tras la quiebra del castañar, cuando tomó verdadero auge. En la actualidad más del 80% de la población está ocupada, de uno u otro modo, en el negocio de la cereza, que desde hace unos años goza de Denominación de Origen Protegida, es decir oficialmente se reconoce y protege la especificidad de los frutos autóctonos que aquí se cosechan, unos 10.000.000 de kilos anuales.

Entre ellos destacan las famosas “picotas del Jerte” cuya singularidad es que no tienen pedúnculo ya que pierden el “rabito” de forma natural durante el proceso de recolección. De las variedades acogidas a la D.O.P “Cereza del Jerte” cuatro son picotas (Ambrunés, Pico Limón Negro, Pico Negro y Pico Colorado) y una cereza (Navalinda). De todas ellas es la ambrunés la más dulce y delicada, y su excepcional sabor la convierte en la favorita de los consumidores.

En los últimos años, y como apoyo al sector, se ha venido celebrando un concurso de cocina con cerezas que ha descubierto nuevas posibilidades de uso. Conservas, mermeladas, aguardientes, bombones… Pero también refrescantes gazpachos, sutiles salsas para acompañar la caza o las carnes de cerdo, chispeantes aderezos y vinagretas, sofisticados postres. Su equilibrado punto “dulzor-acidez” convierte a estos frutos en un ingrediente muy apropiado para crear contrapuntos de sabor, algo esencial en cualquier receta bien planteada. Y por si esto fuera poco, son un magnífico antioxidante natural y un excelente depurativo, además de una saludable fuente de vitaminas.

Julia Pérez Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la UCM. Especialista en gastronomía. Autora de numerosos libros y guías. Trabaja con lo que más le gusta: las palabras y los alimentos.

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