Situado a menos de 2 horas en tren de Barcelona, en el interior de un centro de ocio a las afueras de Narbona, como escondido en su interior, sin grandilocuencia alguna, se encuentra Les Grands Buffets.
Nada más abrir la puerta, te envuelve la madera, sus vitrinas, su fastuosa decoración y cientos de objetos, de altísimo valor histórico y gastronómico que es posible que pasen desapercibidos a algunos – a lado de la comida – pero que bien merecen ser mencionados. Especial recuerdo a la báscula antigua de la puerta, para los que pretendan salir de allí más pesados de lo que entraron y quieren comprobarlo.
Había imaginado muchas veces cómo sería ese lugar del que me habían hablado cocineros y amigos del sector, disfrutones del mundo, que sueñan con comer siempre, lo mejor que se pueda, en sus ratos libres.
Sorprende saber que fue el primer bufet que se abrió en Francia. Que factura más de 25 millones de euros anuales y que recibe la visita de más de 390.000 visitantes anuales – 50.000 de los cuales son españoles-. De hecho, reservar no es nada fácil, la lista de espera es de mínimo un año a través de su web.
La realidad superó con creces todas las expectativas. Y aunque no se trata para nada de un restaurante de alta cocina – ni pretende serlo- sin duda este lugar merece una o más visitas. Y, también, una explicación más detallada, para hacerse la idea de lo que es, pero también de lo que no es.
Por ejemplo, huyamos, por favor, de la imagen de buffet libre que tenemos en España. Es cierto que puedes comer lo que quieras, y más. Pero no se trata de llenar el plato, sino de con qué lo llenas y de con qué quieren los responsables de este destino gastronómico, abierto desde 1989, que te quedes – en el plato y en el corazón.
De hecho, su fundador Louis Privat, no lo abrió con la idea de enriquecerse. Los costes de mantenimiento de este establecimiento son inimaginables: solo la sección de quesos tiene un presupuesto de 400.000 euros anuales. Lo que sí quería enriquecer en Sr. Privat, era el espíritu – y el estómago – de sus comensales. Que pudieran disfrutar de recetas de siempre que puede que solo hubieran visto en libros de cocina. Además de preservar la memoria culinaria de la gran gastronomía francesa y sobre todo, hacerla accesible a todos.
Tras haber visitado este lugar único, estos son nuestros cinco motivos para hacer una visita a Les Grands Buffets:
A Escoffier casi no se le conoce en nuestro país fuera de las cocinas de más nivel, pero debería incluso estudiarse en la escuela. Se le conoce como “Cocinero de reyes y Rey de cocineros” y no es para menos. Escoffier popularizó y actualizó los métodos de la cocina francesa tradicional y se le considera además el creador de la cocina moderna y de la jerarquización con el sistema de brigadas de cocina, que se sigue usando hoy día en los mejores restaurantes del mundo. Me atrevería a decir que no hay un solo cocinero de alto nivel en España que no tenga en casa un ejemplar de su Guía Culinaria.
Pues bien, Les Grands Buffets acaban de ser nombrados por la Asociación Aguste Escoffier como restaurante defensor del legado de este cocinero y de sus recetas más representativas, como la Lièvre à la Royal (Liebre a la Royal), el Côte de Boeuf (costilla de res), cochon de lait à la broche (cochinillo asado) o el mítico Canard à la sang (pato a la sangre) que solo se hace en algunos restaurantes de Francia y que convierten a les Grands Buffets en el único que lo ofrece dos veces al día (mediodía y noche). Solo por ser testigos de un trozo de historia gastronómica universal y comer como un rey, ya merece la pena la visita.
Sí, ni exagero, ni es una frase hecha. Es un lugar que bien podría haber visto yo en mis sueños culinarios: bufet con entrantes y charcutería, otro de marisco y pescado (La Mer) con ostras de Thau y bogavante en cantidades escandalosas, sin olvidar almejas, gambas, seis variedades de salmón de noruega, entre otros productos.
No olvidemos el mayor bufet de quesos del mundo (está registrado por el Libro Guiness de los Récords) y su zona de platos calientes (La Rôtisserie) que ofrece platos elaborados que no puedes probar en la mayoría de los restaurantes franceses – y mucho menos en los españoles-, un bufet de postres y pasteles (La Pâtisserie) con postres míticos como el Saint Honoré o el Paris-Brest au praliné y para los paladares menos exigentes, y amantes más del show que de la receta, una fuente de chocolate incluida, que bien hacen en señalizar como “decoración”. Porque más de uno se habrá visto tentado a meter la cabeza.
En referencia al buffet de quesos huelga decir que merecería incluso una sola visita en exclusividad. A los verdaderos amantes de este producto los verás paseando una y otra vez entre las 111 variedades de quesos que ofrecen a diario – 6 de los cuales son españoles (Manchego de 4 y 12 meses, Tomme Catalane, Cabrales, Queso de oveja con ajo negro y el Lúpulus de Formatges Muntanyola).
Tienen hasta su propia heladería (Le Palais des Glaces) y todo esto en orden, sin sensación de aglomeración, ni empujones. Algo que logran con un personal de sala de nivel 10, superatento a las necesidades de todos los comensales. Si tuviera que ponerle una pega sería la de la falta de un buffet exuberante de ensaladas, pero se lo perdonamos.
Se habla mucho de lo que se come, pero poco de lo que se bebe, y ojo, atención a lo que se bebe. Disponen de más de 170 referencias de vino y champagne. Algunos de ellos se pueden pedir solo por botella. Pero otros, en ocasiones con valor de cientos de euros por botella, por copas, y eso, es sin duda un privilegio.
Además, para los amantes del vino Les Grands Buffets vende también botellas para llevar a casa a precio de mayorista.
Puedes llevarte por ejemplo un champagne francés Mercier de “Moët & Chandon” a 25 euros la botella. Así que, si vas a visitarlo, asegúrate de ir preparado para volver cargado.
No es solo lo que se come y bebe, la puesta en escena, la decoración, la mesa preparada con todas las normas del protocolo palaciego, las bandejas de plata, las herramientas de cocina, la elegancia de las chaquetillas y los gorros de chef, todo suma.
En les Grands Buffets a veces pasa desapercibido lo que no se come. Pero en cada pared, en cada rincón hay un cuadro, un grabado, una escultura, una bandeja, una lámpara, un cortinaje, un mapa antiguo. En definitiva, obras de arte de altísimo valor económico e histórico.
Es absolutamente imprescindible pasar – y si se puede, reservar allí la mesa – por el Salón Doré, dedicado a Jean de la Fontaine. Una sala con capacidad para 74 comensales cuidadosamente decorada con 18.000 hojas de oro. El lujo en estado puro.
Narbona está a algo menos de dos horas en tren de Barcelona, y a menos de cinco de Madrid. Sin duda un buen plan con opciones para pasar un par de días recorriendo el Canal de Midi, los castillos de la zona, la costa, el interior y otros grandes restaurantes de la región, como La Table Lionel Giraud (** Michelin) o Le Bastion de Fabien de Bruyn.
Sentir además ser parte de la tradición gastronómica francesa, que es Patrimonio Cultural de la Humanidad, de la herencia del que fuera precursor de la Nouvelle Cuisine, instigadora a su vez del movimiento de cocina de vanguardia español que ahora lidera las listas más prestigiosas de restaurantes del mundo, y poder experimentarlo, es un regalo para disfrutones. Un destino para repetir.
Noor celebra su primer año con la tercera estrella MICHELIN, ofreciendo un menú inspirado en…
El I Congreso Internacional de Gastronomía Cinegética, celebrado Almagro, deja sobre la mesa interesantes iniciativas…
David Solana se ha proclamado vencedor del Campeonato Mejor Pan de Madrid 2024 que convoca…
La pastelera Noelia Tomoshige nos guía a través de locales increíbles y nos descubre dulces…
Después de la catástrofe, de la rabia y el dolor ha llegado el momento de…
Herederos del Marqués de Riscal lidera el listado que presenta World's Best Vineyards 2024.