Aunque parezca mentira, la industria alimentaria nos facilita a través de las etiquetas unas claves para que seamos capaces distinguir -más allá del precio- el mejor jamón. Pero claro, hay que sabérselas.
Arrancamos con el jamón que no proviene del cerdo ibérico, es decir, el que se obtiene de los cerdos blancos. Las razas de esta categoría son Duroc (este es el más utilizado para el cruce con el ibérico, luego les cuento por qué), Pietrain, Landrace o Large White. A todos los jamones obtenidos de estas razas de cerdo se le suele llamar jamón serrano, pero no todos son así.
Jamón serrano es la denominación de una Especialidad Tradicional Garantizada (ETG) que asegura unas características exclusivas:
Además, se puede añadir tres denominaciones dependiendo del tiempo de curación posterior:
Si no cumple estos requisitos será jamón curado, pero no jamón serrano. Estas denominaciones y especificaciones deben estar en la etiqueta disponibles para el consumidor. El jamón curado es el que más se utiliza para loncheado. En total hay cinco tipos de jamones blancos reconocidos:
En 2014 cambió la normativa que regula la comercialización y etiquetado de los jamones de cerdos ibéricos. Es la famosa disposición 4/2014 de 10 de Enero que suscitó una enorme polémica en el sector. En ella se diferencian los tipos de jamón ibérico, las denominaciones que deben tener y el etiquetado identificativo.
Aquí diferenciamos varios tipos que se parecen entre ellos como un huevo a una castaña teniendo únicamente en común que llevan el apellido “ibérico”.
El linaje importa…
Sólo será 100% ibérico cuando proceden de animales también 100% ibéricos.
En cualquier otro caso la denominación será exclusivamente ibérico aunque podrán diferenciarse en 75% ibérico o 50% ibérico dependiendo de si su padre es ibérico al 50% o es Duroc al 100%. Eso sí, la madre tiene que ser ibérico 100%. Tienen un árbol genealógico digno de reyes. Se elige el cruce con la especie Duroc porque dan camadas más grandes, son más resistentes y se consigue más infiltración de grasa dentro del jamón. Vamos, que mejoran la producción. El ibérico 100% es pequeño y delicado.
Esta clasificación se complementa con el tipo de alimentación en la época de la montanera antes del sacrificio. La montanera es la última fase de cría del cerdo que va de octubre a marzo coincidiendo con la época de la bellota:
Es decir, con la denominación “Ibérico” podemos encontrar un jamón ibérico 100% de bellota (7,5% en ventas) y uno de cebo 50% ibérico ( casi 60% en ventas). Magrama 2016.
Esta clasificación se aplica a los jamones y también a las paletillas, que son las extremidades delanteras del cerdo y que también se venden, aunque es raro ver que un restaurante oferte paletilla de ibérico, aun cuando son muchos los que la utilizan en lugar del jamón, sobre todo porque el precio es considerablemente más barato.
Ah! Y de pata negra nada… el color de la para del cerdo no tiene nada que ver con la calidad del jamón. Es más a veces se tiñen, asi que desterremos para siempre ese nombre.
Pues con un sistema de precintos que debemos buscar y exigir en el momento de la compra:
Desde la explotación ganadera se suministra un registro al matadero con los animales que entrarán. Deben estar inscritos en ASICI y dejar registrado en el programa ITACA toda la trazabilidad para que no haya duda de qué tipo es cada pieza que salga de allí.
Como han visto, los precintos son una especie de bridas. No están dentro de la pieza y es posible que puedan perderse (aunque no debería). Si eso ocurre se puede solicitar un precinto nuevo, pero tarda algún tiempo (que normalmente no se tiene). Así que, para curarse en salud, lo normal es que las empresas comercialicen esos jamones como curado (con las pérdidas económicas que suponen).
Si además el jamón no llega al peso mínimo o no se ha cumplido el mínimo de meses de curación, el precinto se retira y vuelve a comercializarse como curado. Pese a ser bellota o 100% ibérico, si no cumple los estándares necesarios, no puede llegar al consumidor.
En ningún caso debe comercializarse un producto de estas características sin precinto. Si le dicen que es bellota, pero no hay precinto: no lo compren.
En cualquiera de estos procesos, personas sin escrúpulos pueden utilizar estos precintos retirados y utilizarlos para otros jamones. Declarar que el precinto se ha caído pero que nos “prometen, prometido” que es 100% ibérico de bellota. O “trapichear” con precintos, la crisis hizo mucho daño en este sector también. En fin. Son muy pocos, pero muy sinvergüenzas. Lo habitual no es esto. Por suerte existen unos registros donde queda anotado el número de piezas por lote que debe coincidir con el número de precintos, así que antes o después, se les pilla.
Saben que no tenemos en nuestras casas un laboratorio que realice un perfil de ácidos grasos para poder diferenciar el jamón. Es muy complicado, si no eres experto, identificar un 75% ibérico de un 100% ibérico. Pero sí pueden fijarse en que:
Exijan siempre el precinto a la hora de comprar jamón. No se dejen llevar por las fotos que ponemos, no tienen porqué coincidir con la realidad de la etiqueta. Si compran jamón loncheado ya sabrán diferenciar las categorías que pueden encontrar.
Ahora ya tienen toda la información, en su mano está la decisión.
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