La luz anaranjada del atardecer se cuela como queriendo decir algo en código binario por los huecos que dejan las persianas que cubren los ventanales. Mientras suena una música reposada. Apenas hay diez mesas. Manteles de lino color blanco, comodísimas sillas de cuero negro de diseño y un suelo de madera noble, suave y gustoso que los comensales pisan descalzos y acarician a escondidas con los dedos de los pies al tiempo que hacen tintinear alegres las copas de cristal finísimo llenas de vino australiano o juguetean con los palillos. En el centro de la mesa una pequeña lamparita de cristal que se coge con la mano se convierte en linterna; un gran aliado para seguir plato a plato la minuta de la cena sin romper la magia de la velada. Podríamos decir que hablamos del restaurante más romántico del mundo, pero todavía queda añadir que estamos en un crucero de lujo, que surcamos las aguas del río Mekong y que aquí cocina David Thompson, lo más de lo más de la cocina tailandesa. Ahora sí. Estamos en (uno de los) restaurante(s) más románticos del mundo a bordo de el Aqua Mekong un crucero boutique que recorre uno de los míticos ríos del mundo, el Mekong.
Aqua Expeditions es una compañía de cruceros boutique propiedad de una singular pareja italo-americana-peruana-británica que ha diseñado de proa a popa con todo lo que a ellos les gustaría tener en casa. Solo hace dos rutas, pero dos rutas excepcionales en dos de los grandes ríos del mundo: el Amazonas (allí el chef ejecutivo no es otro que Pedro Miguel Schiafino) y el Mekong. Desde Nom Pen, en Camboya hasta, Ho Chi min en Vietnam, la ruta dura cuatro días a bordo de un impresionante barco, un “búnker de diseño” de 205 pies, cristaleras de pared a pared (4 metros) y con tan solo 20 suites de 30 m2, donde viajan 40 pasajeros y con un ratio de empleados tripulación de 1:1. Cuatro días, un barco de diseño. Y por el camino todo un muestrario de paisaje y paisanaje, mercados flotantes, campos de arrozales, templos de distintas religiones y pequeños pueblos pesqueros. Ruras en bicicleta, visitas a templos, clases… una experiencia ungoogelable (que no se puede googlelear) en todos los sentidos. Y muy particularmente en el gastronómico.
La linterna enchufa certera el menú.
Crunchy Oyster Mushrooms with Herbs and Chilli Sauce
Grilled Red Curry of Serpent Head Fish
Deep-Fried King Prawns with Turmeric, Garlic and Peppercorns
Chicken, Pennywort and Green Mango Salad
Stir-Fried Wagyu Beef with Oyster Sauce and Onions
Black Sticky Rice and Custard Apple
Fresh Local Fruits
Es la cena de hoy, el menú diseñado por David Thompson, el primer cocinero en conseguir una estrella Michelin en un restaurante thai, el Nahm, en Bangkok, actual número 37 en el 50Best en 2016 y máximo exponente de la cocina de un país que no es el suyo con todo lo que eso, para bien y para mal, conlleva. Grandísimo conocedor de esta gastronomía durante años ha estudiado recetas ancestrales y recuperado el saber culinario de libros familiares. David, australiano de origen, asesora, diseña y cambia el menú cada temporada y es (salvo cuando puede pasarse por aquí algunos días) Adrian, su compatriota, el jefe de cocina australiano de su entera confianza, el que se encarga de llevarlo a la mesa. También él es el que disfruta como un enano (con sus casi dos metros de estatura), burlando esa dualidad que supone cocinar en un barco -por muy de lujo que sea-, sin espacio, con la despensa limitada y en constante movimiento. Esta, el movimiento, es precisamente, su gran baza también, la que le permite bajar en cada escala a aprovisionarse de género fresquísimo en los mercados vietnamitas y camboyanos. Esos mercados bulliciosos, llenos de color (y sabor y olor) donde las piezas de carne cuelgan con pinchos y se airean con pequeños y rústicos ventiladores. Donde mujeres y hombres sentados en cuclillas con sus sombreros típicos venden gallinas vivas en cestas; carpas y langostinos en barreños de plástico y montañas de diferentes tipos de arroz junto a encurtidos, pescado fermentado, gelatinas y frutas tropicales, como el famoso jack fruit, un fruto camboyano de un pestilente olor que, sin embargo tiene un sabor delicioso.
Cada día aprende una cosa nueva, descubre una hierba exótica que no conocía e introduce una pequeña sorpresa en el menú (como hoy que hay cangrejos de Kampot para cocinar a la pimienta negra de Kep). Muchas veces estos mercados son flotantes y hay que acercarse en el barco a cada uno para comprar el producto que abandere su mástil.
Cocina vietnamita y camboyana. 70% asiática, 30% occidental (incluidos los deliciosos panes y croisants del desayuno, que puntúan doble en Asia), la carta combina principalmente las cocinas de los dos países, sopas, noodles, curries…. por los que pasa el crucero y que son servidos por la tripulación, mitad camboyana, mitad vietnamita, que explica al comensal los orígenes de cada plato.
La experiencia no termina aquí, durante el día los propios clientes pueden también bajar con el chef y juntos hacen la compra; aprender a cocinar algunos platos sencillos, como los rollitos frescos vietnamitas, y también visitar fábricas locales, como la pequeña factoría familiar de caramelos en la parte vietnamita.
Y si no, dedicarse a contemplar. A comer, a rezar y a amar. Que no es poca ocupación.
Más información: https://www.aquaexpeditions.com
Crianza en dehesas y curación artesanal son la seña de identidad de este producto inigualable.
Criados en el campo como lo hacían los abuelos son un placer reservado a estas…
Algunos de los cocineros españoles más conocidos nos cuentan cómo es su mesa en estas…
Por la elegancia y finura de su sabor. Madreamiga en segunda posición y Cientotreintagrados en…
La Navidad llega a la tienda del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza con una selección de productos…
Primera mujer en ganar el Campeonato Nacional de Parrilla, hablamos con esta pionera de la…