Si la coctelería es –tal como decía Manuel Vázquez Montalbán− uno de los tres soportes culturales que hacen soportable a las ciudades (los otros dos son los taxis y la novela negra), el dry martini viene a ser la expresión más sublime del arte de mezclar líquidos en beneficio del estado de ánimo.
Es, sin duda, el rey de los cócteles, el que mejor sintetiza la esencia de esta alquimia que tiene el grado de una ciencia exacta, en la que el buen hacedor −el barman− dosifica con sabiduría unos cuantos ingredientes para obtener un resultado que a los que estamos al otro lado de la barra, más que exacto, nos resulta mágico.
No se sabe a ciencia cierta quien es el responsable de este invento cuya excelencia se resume en una receta sencilla, sin florituras, basada en el equilibrio entre el carácter seco, punzante y especiado de la ginebra y la fresca dulzura del vermut blanco, potenciado por una temperatura precisa y el recipiente adecuado.
Sus orígenes se pierden en los años dorados de las barras americanas, allá por los años ’30 del siglo pasado. Son varias las teorías que especulan sobre su nacimiento y más de uno ha pretendido apuntarse la paternidad del famoso cóctel. Así, mientras algunos aseguran que el dry martini vio la luz por primera vez en el pueblo de Martínez −próximo a la ciudad de San Francisco, donde cada año se celebra una fiesta temática en honor al cóctel−, otros dicen que fue alumbrado en la barra del hotel Kilmanac de Nueva York, con el objeto de abrir el apetito de un millonario apellidado Rockefeller.
En todo caso, lo cierto es que el dry martini ha traspasado las fronteras y se ha convertido en un emblema para cualquier barra del ancho mundo. Lo que resulta más difícil es toparse con un personaje como Javier de las Muelas, infatigable fundador de bares de culto y propietario del Dry Martini de Barcelona el templo del martini por excelencia.
Esta semana, De las Muelas está de fiesta. El bar que fundó su admirado Pedro Carbonell en 1978, y que él mismo adquirió en 1996, cumple 40 años.
Coincidiendo con esta celebración –que en estos días ha llevado a Barcelona a eminentes bartenders del mundo, como Alex Kratena, Alessandro Palazzi, Peter Dorelli, Salvatore Calabrese y David Ríos– De las Muelas ha publicado The Bar (Ed Planeta Gastro), un «homenaje al Dry Martini», donde se relata la historia, las claves del éxito y algunos de los mejores momentos de este histórico templo del cóctel rey.
Valgan unos cuantos párrafos para tentar a su lectura:
En sus primeros años, el Dry Martini era un bar de caballeros, con una clientela fija y un saber hacer tradicional. Unas gruesas cortinas impedían ver qué sucedía en su interior y, tras cruzar el umbral, el cliente se adentraba en un local de estilo clásico inglés, sus materiales eran cuero, madera y latón y una gran barra con una impresionante mise en place de 3 metros dedicada sólo a oficiar martinis y con un espejo detrás donde estaba grabado en letras escarchadas la emblemática receta: de ginebra y vermut. En 1996, Javier de las Muelas –barman y persona apasionada por el arte y el diseño, y como él mismo se define, sacerdote de bares que son iglesias– se convierte en el propietario de la icónica coctelería. De las Muelas, creador en 1979 y 1982 de los dos míticos Gimlets, así como de otros establecimientos referentes como Nick Havanna y Casa Fernández todos ellos en Barcelona cumple su sueño y lleva todo su universo personal al Dry Martini Bar desde el respeto máximo a su esencia. Mantiene el estilo de Cocktail Bar; los barmen siguen vistiendo las clásicas chaquetillas blancas y dando aún más si cabe valor a la cultura de servicio que es referencia para Javier y su equipo, y siempre continuando con la tradición de registrar los martinis servidos. En sus inicios, Pedro Carbonell anotaba religiosamente cada uno de los cócteles servidos en una libreta azul y, más tarde utilizando la caja registradora. Cuando Javier de las Muelas tomó el legado del Dry Martini, diseñó un marcador luminoso con números rojos: el Dry Martini Counter. Un sistema que permitía contabilizar cada uno de los martinis servidos hasta llegar a la cifra de un millón de dry martinis que se sirvieron hasta el año 2010. “Recibimos llamadas y peticiones de todas partes interesándose por tomar la copa un millón. Sin embargo, queríamos que esta cifra llegase por casualidad. Que el cliente fuera un feligrés más, alguien que viniera al bar una noche cualquiera y pidiese su copa”, recuerda Javier de las Muelas.
Superado el primer millón de dry martinis –y los 40 años de su templo, que ha sido replicado por el mismo mentor en numerosos locales y hoteles alrededor del mundo, desde Singapur, Tailandia y México hasta Londres, Berlín, Praga y Madrid– habrá que encaramarse a la barra, atentos al momento oportuno para apuntarse el mágico dry martini bimillonario.
Dry Martini
Aribau 162
Tel.: +34 932 175 072
Barcelona
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