El vino español vive en estos días difíciles, pendiente de las consecuencias de la guerra comercial entre Europa y los Estados Unidos, uno de los principales mercados para este sector.
Aunque el conflicto podía preverse desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca, advirtiendo que impondría medidas extremas y proteccionistas con el fin de guiar a su país a una nueva edad dorada, los malos augurios se concretaron el jueves 14 de marzo, cuando el nuevo presidente estadounidense apuntó a los vinos europeos, amenazando con instaurar un gravamen del 200% a todas las bebidas que se importen desde Europa, incluyendo el vino.
La drástica decisión de Trump, sin precedentes en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y los países europeos, representa un paso más en la escalada de la guerra comercial entre ambas partes, que se ha intensificado tras los aranceles impuestos por el gobierno estadounidense a las importaciones de acero y aluminio, una medida que tuvo su réplica por parte de la Unión Europea, que decretó nuevos impuestos para diversos productos procedentes de los Estados Unidos (lo que afecta a embarcaciones, vaqueros Levi’s, las motos Harley Davidson y el bourbon, entre otros).
Fiel a su estilo beligerante, Trump respondió a la resolución europea apuntando esta vez al sector del vino. Argumentando que la Unión Europea «es una de las autoridades fiscales y arancelarias más hostiles y abusivas del mundo». En un mensaje que publicado en Truth, su red social, el presidente estadounidense advirtió que si Europa no elimina «de inmediato» el arancel impuesto al whisky americano, «Estados Unidos impondrá en breve un arancel del 200% a todos los vinos, champagnes y productos alcohólicos procedentes de Francia y otros países representados por la UE. Esto beneficiará enormemente al sector del vino y el champagne en Estados Unidos».
Aún cuando el mensaje de Trump es impreciso –el champagne solo puede ser francés, deberían informarle sus asesores–, representa una seria amenaza para los productores vinícolas del Viejo Continente.
Donald Trump bebiendo una copa de vino
En España, que se sitúa en el tercer puesto del ranking de los países con mayor producción de vino –con una media anual que supera los 32 millones de hectolitros–, el sector vinícola representa el 1,9% del PIB nacional. Con más de 913.000 hectáreas de viñedo, que nutren la producción de casi 4.000 bodegas, España es un país eminentemente vinícola. Que necesita exportar vinos para asegurar la subsistencia del sector.
Estados Unidos es uno de los destinos predilectos para el vino español. Según las estadísticas que recoge la Organización Interprofesional del Vino, en 2024 España exportó al país que ahora preside Donald Trump 67,3 millones de litros de vino, por un valor de 391,4 millones de dólares. Lo que le posiciona en cuarto lugar entre los países que proveen de los mayores volúmenes de vino al mercado estadounidense.
La relevancia de este mercado es crucial para muchas bodegas españolas. No son pocas las que destinan más del 50% de su producción a los Estados Unidos. País que lidera actualmente el consumo de cava y otros espumosos vernáculos.
Aún cuando Trump es capaz de echarse atrás y no cumplir con su amenaza –ya lo ha hecho en otras ocasiones–, los viticultores europeos, así como el resto de los profesionales relacionados con este sector, permanecen en vilo ante una medida que, según José Luis Benítez, director de la Federación Española del Vino, «supondría la expulsión de los vinos españoles y europeos del mercado estadounidense».
Vicente Peñalba, español que lleva una década afincado en los Estados Unidos consagrado al desarrollo comercial de la bodega de su familia, Finca Torremilanos (DO Ribera del Duero), confiesa que el ultimátum de Trump a las autoridades europeas ha provocado «temor e incertidumbre» entre todos los que están implicados en la comercialización de vinos europeos en los Estados Unidos.
«Algunos de nuestros importadores se han puesto en contacto conmigo en los últimos días, asegurándome que mantendrán sus pedidos y no cambiarán de estrategia», afirma Peñalba. Sin embargo, la confianza y fidelidad de los aliados comerciales de Torremilanos en el mercado estadounidense –al que la bodega castellana destina anualmente en torno a 80.000 botellas de su producción– no apaciguan la inquietud que se ha extendido en el sector ante un futuro incierto.
Vinos de Finca Torremilanos, bodega asentada en la Ribera del Duero
Peñalba recuerda que, ya en su anterior mandato como presidente, «Trump decretó que se aplicaran unos aranceles del 25% al vino europeo; que afectó gravemente a muchos importadores. Una de las primeras decisiones de Joe Biden, al asumir la presencia del país, fue eliminar esos gravámenes». Con este antecedente, es fácil pronosticar el impacto que tendría en este sector la imposición de nuevos aranceles, que podrían incrementar los precios en un 200%.
El heredero de la larga tradición vinícola de Finca Torremilanos, bodega pionera de la DO Ribera del Duero, revela también que «incluso antes de la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones, previendo el resultado que le llevó nuevamente a la presidencia, los grandes grupos bodegueros y otros representantes del lobby vinícola en los Estados Unidos se movilizaron, consultando a los mejores estudios de abogados, para diseñar una estrategia común ante una coyuntura como la que parece que vamos a tener».
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la política proteccionista que abandera Trump para hacer de los Estados Unidos una potencia hegemónica en el ordenamiento político y económico del mundo, resulta difícil de aplicar en el ámbito de la industria del vino. Al contrario de lo que sucede en otros sectores, «en el caso del vino, la producción local resulta poco competitiva respecto a otros sectores. El mercado estadounidense es muy fértil para los vinos importados de España, Francia, Chile, Argentina y otros países porque los que se producen en este país son más caros o escasos», apunta Vicente Peñalba. Que, al igual otros representantes del vino español, se mantiene en vilo esperando el desenlace que tendrá este conflicto en el futuro inmediato. Habrá que estar pendientes, por tanto, para saber si en la nueva «guerra de aranceles», la sangre –o el vino, más precisamente– llegará finalmente al río.
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