Se ha hablado tanto de los Millennials y de su impacto en nuestra economía que casi nos hemos olvidado de la generación Z. Son sus hermanos pequeños, los nacidos entre 1994 y 2010, esos que en este año cumplen su mayoría de edad. Quieren cambiar el mundo, aunque aún no saben cómo. Seguro que será a través de una pantalla porque ellos son los primeros nativos digitales.
Su impacto en la sociedad es innegable e imparable. Pero ¿qué hay de su impacto en la restauración?
Los restaurantes aún no han sentido el azote de los Z . No hay que olvidar que los primeros nacidos en esta generación cumplen su mayoría de edad en 2018. Su poder adquisitivo y de decisión están relativamente limitados. Casi la totalidad de los Z aún viven con sus padres, y aunque son capaces de presionar para ir a los restaurantes que les gustan, no siempre lo consiguen cuando se trata de arrastrar a toda la familia.
Cuando salen con sus amigos, se gastan unos 15-20 euros por cabeza en restaurantes. Una de sus fuentes de inspiración más importantes a la hora de elegir son las redes sociales, como auténticos nativos digitales que son. Los Z eligen los restaurantes que sus amigos o ídolos recomiendan en Facebook, YouTube e Instagram más que Twitter. ¿Por qué? porque en estas redes sociales predomina el vídeo, que es su formato preferido. “Se trata de recomendaciones que nos llegan de forma natural, a través de bios o de storie de amigos y conocidos y sobre todo en instagram. No buscamos recomendaciones activamente, y tampoco siempre las hacemos caso”, aclara Jana Roa, una joven “Z” de 17 años de Barcelona.
En cuestiones foodie, Instagram está adquiriendo cada vez más importancia, es la red social de mayor crecimiento, y aún crecerá más cuando logren mejorar la calidad y opciones de los videos que se puedan colgar. En la actualidad hay más de 800 millones de usuarios activos en el mundo, según el estudio Digital in 2018.
“Me impresiona que muchas veces, cuando voy a tomar nota a una mesa que acaba de entrar en el restaurante, ya tienen decidido lo que van a pedir sin apenas mirar la carta. Me dicen que es que ya saben lo que quieren porque lo han visto en Instagram”, explica Jaime Santianes, responsable al frente del restaurante Fismuler Barcelona.
Fismuler es un ejemplo de restaurante que de una forma no premeditada y casi “de casualidad” se ha amoldado a las exigencias de esta nueva clientela sobreinformada: tres socios con un pasado en la alta cocina que generan una oferta de recetas sencillas y elaboradas, con base clásica pero un acabado moderno, fraguado, entre otros hitos, por su paso por elBulli hace 15 años. Su idea era la de crear un local donde se comiera bien y se pasara un buen rato, nada más.
“Al hacer la reserva, casi siempre preguntan si tenemos la música en directo los fines de semana”, apunta Santianes. En un principio, la música en directo se pensó como un valor añadido, de hecho las primeras semanas era casi música de ambiente. Pero poco a poco, en el caso del Fismuler, se ha ido convirtiendo casi en una seña de identidad que logra además generar una convivencia sana y poco común en el pasado entre generaciones. “Muchas veces se encuentran padres e hijos en el restaurante. Tenemos de todo (…) Los jóvenes suelen animarse antes a tararear y hasta a bailar con el tema de la música, pero al final todos se contagian”, explica Santianes, que añade que el segundo turno es siempre el primero que se llena los fines de semana “para alargar”. Al final lo que valoran los Z es el conjunto de la experiencia: que la comida sea buena y algo más.
Redes sociales, experiencia, pero también calidad en la oferta gastronómica, ya sea desde el punto de vista gourmet, o desde una óptica más saludable. Los Z son una de las generaciones más exigentes que hemos conocido hasta ahora porque desde siempre lo han tenido todo, incluso antes de pedirlo.
Por su corta edad, aún no saben mucho de calidad gastronómica – tiempo al tiempo. Pero debido a su acceso ilimitado a las fuentes de información online, esta generación sabe más que las anteriores sobre lo que ellos consideran “the good food”, la comida de verdad, esa que consideran que se tendría que comer más.
Un ejemplo perfecto del tipo de restaurante en el que quieren comer por la confianza que les merece su carta y filosofía, es el restaurante Flax and Kale de Teresa Carles en Barcelona. Repleto mediodía y noche y posicionado como abanderado de la opción flexitariana, también entendida como “vegetariana flexible”. Según el estudio “The Green Revolution” de la consultora Lantern, hoy solo el 6,8% de la población mayor de edad es flexitariana, sin embargo si nos movemos al paso previo al flexitarianismo, que implica la reducción consciente o incluso el rechazo al consumo de carne roja, ya nos vamos a un 43%. Hablamos de una población que en el 2020, en tan solo dos años, moverá más de 5.000 millones de dólares, según el citado estudio, así que más vale empezar a tomárselo en serio y asumir que la fiebre verde está aquí para quedarse.
No obstante, no suelen poder permitirse gastarse más de 20 euros por cabeza, por eso las cadenas de hamburguesas, pizzas o comida rápida con un valor añadido son sus opciones más comunes. Esto explica el cambio hacia una imagen más “natural” en la decoración de sus restaurantes de cadenas como McDonalds en lo últimos años, o el éxito en Madrid y Barcelona de cadenas como Bacoa, Goiko Grill o TGB (The Good Burger), que ofrecen envases biodegradables para llevar y opciones veganas en sus cartas entre otros detalles.
Puede que no sea inmediato, pero en el futuro, los restaurantes que quieran conquistar a los Z tendrán que claudicar ante estas tres premisas (o al menos alguna de ellas): redes sociales, experiencias paralelas y calidad gastronómica y/o saludable. En definitiva: renovarse o morir.
Para entenderlos y acertar con las claves del éxito hay que pararse a entender quienes son y qué quieren. Los Z son los nacidos entre 1994 – que este año cumplen 18 años-, y 2010. Se calcula que esta población son unos 2000 millones de personas según la agencia de estudios de mercado Mintel, un 15% aproximadamente de la población española.
Son mucho más que una cara pegada a una pantalla, aunque interactúen con una media de 5 diferentes al día. Si la generación Y, conocida como millenials, era egocentrista, egoísta y obsesionada con el “selfie”, los Z están mucho más comprometidos con la sociedad y se preocupan por mejorarla: desde la ecología hasta la jerarquía laboral.
Los nativos de internet son emprendedores y autodidactas, dedican su tiempo libre a acciones que les parecen enriquecedoras, relacionadas con su vocación y están más preocupados que los millenials con la posibilidad de endeudarse. Sin duda les preocupa el futuro y no solo eso: además creen firmemente en la conciencia social, en las actividades de voluntariado y también exigen la igualdad entre personas de distintas razas y sexos.
Además están dispuestos a trabajar por lo que creen y según el Cassandra Report, considerado como la biblia de los datos sobre las generaciones Y y Z, el hecho de haber nacido en un ambiente de post recesión global los ha convertido en más cautelosos y realistas.
En cuanto a su educación y sobreexposición a la información, más del 33% usan YouTube para hacer los deberes o solucionar dudas y se forman con una visión más práctica, teniendo en cuenta las salidas laborales y el impacto de su potencial futuro trabajo sobre el mundo que conocemos. A ojos de generaciones anteriores parece idealista, pero por algún lado habrá que empezar. Y eso sí, todo esto siempre demostrándolo con el objetivo de “dejar huella” a través de las Redes Sociales.
Su forma de comer nos influye a todos. Según los estudios, el segmento poblacional entre los 18 y los 24 años es el más influyente en las generaciones posteriores y anteriores. Por eso las tres tendencias que definen a esta generación están ahora en plena explosión, coincidiendo con la mayoría de edad de sus integrantes más veteranos.
Ellos son los responsables del incremento de consumo, fabricación y opciones en el universo del tentempié entre horas, o como dirían los Z, el “snackeo”.
Según un estudio MINTEL, la generación Z considera que los snack´s mejoran en su estado de ánimo: un 30% de los llamados snackers dicen que los consumen para animarse, mientras que un tercio (33%) lo hacen para superar el aburrimiento. Es tan fuerte esta tendencia, que los nativos digitales de entre 20 y 24 años llegan incluso a sustituir una comida con un snack en el 19% de los casos, en comparación con el 10% de los consumidores en general. Sus motivos son varios, pero el fundamental es el tiempo: aprovecharlo al máximo en lo que ellos consideran importante. Parar para comer a menudo, al parecer no lo es.
Exigentes a más no poder, la generación Z “se mueve por la estética, la experiencia y la novedad”, explica David Lacasa, uno de los socios principales de Lantern, consultora de innovación especializada en Alimentación. La experiencia es sobre todo valiosa si se puede compartir a través de las redes sociales, que es el objetivo de muchos de estos nativos digitales. “Hay muchos restaurantes en Madrid que se piensan antes la decoración, la puesta en escena y el contenido que pueden generar y recoger en Instagram que en la propia oferta gastronómica”, añade. Colores, técnicas, adornos y escenificaciones cada vez más pensadas para esta generación casi imposible de fidelizar y satisfacer por su pasión crónica por la novedad
Incluye todo lo que concierne la salud del planeta (sostenibilidad) de sus habitantes (condiciones de vida y bienestar). A los Z les preocupa su futuro, y tienen una cierta sensación de inestabilidad por haber nacido en una economía en crisis y marcada por los efectos internacionales del terrorismo global. Esta preocupación y su sobreexposición a toneladas de información, les conduce a la creencia arraigada de que tenemos que cambiar la forma en la que comemos antes de que sea demasiado tarde. Son mucho más conscientes que sus predecesores de lo que es bueno y malo para la salud, de hecho todos los datos y los analistas apuntan a que consumen menos alcohol que las generaciones anteriores, buscando la aceptación en sus entornos con hábitos mucho más saludables y relacionados con el deporte y el bienestar. “Estos jóvenes consumen muchas más verduras y también son los encargados en muchos casos de enseñar a sus padres cómo deben reciclar los residuos en casa”, explica Lacasa.
Aunque aún no saben por donde empezar, quieren arreglar el mundo, les preocupa el futuro. Parece que hay luz al final del egocéntrico túnel millenial.
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