Ni chef, ni presentadora: comunicadora gastronómica. Así es cono quiere definirse Julie Andrieu, cuya vida se ha desarrollado siempre entre sus dos pasiones: la cocina y la comunicación.
Autora de libros, conductora de programas de cocina tan conocidos como “Les carnets de Julie”, emitido en la 2 de TVE y traducido en español como “La cocina de Julie”, esta francesa de 47 años, asegura que siempre es ella misma, delante y detrás de las cámaras.
Está en pleno auge de su carrera, prepara nuevos programas – incluido uno nuevo en España – y ha recogido hace poco el premio al premio al periodismo gastronómico “Pau Albornà” en San Sebastian Gastronomika.
Hija de la actriz de comedia Nicole Courcel, Julie se ha forjado desde siempre su propio camino, como fotoperiodista, como crítica culinaria, como presentadora; y ha podido vivir la alta cocina desde dentro, un privilegio que asegura que hubiera sido imposible de cumplir hoy en día, cuando la gastronomía está en boca de todos y los chefs son más inaccesibles por sus numerosos compromisos mediáticos.
Empezó un poco por casualidad. Me enamoré de una persona que amaba la buena cocina, el producto, el vino. Decidí aprender a hacer platos que le gustaran, empecé a ir al mercado a seguir recetas de libros de cocina y casi sin darme cuenta, se convirtió una pasión. Era difícil, pero como partía de cero me sentía muy libre, no tenía limitaciones a la hora de cocinar, me permitía cosas que personas que hubieran aprendido a cocinar con una tradición familiar más fuerte no se permitirían.
En esa época conocí a Claude Lebey (crítico gastronómico francés), él y fue determinante para saber que quería ser crítica gastronómica, porque aunaba mis dos pasiones y no era tan restrictivo como tener un restaurante.
Por otro lado, como yo me había criado en un ambiente de teatro y televisión, muy pronto me imaginé haciendo un programa de cocina para la tele, algo que en esa época prácticamente no existía. No había nada de cocina contemporánea, de la cocina que a mí me gustaba hacer. Lo propuse en varias cadenas, y tardé dos años en lograr que alguien me diera mi oportunidad para presentar la cocina de una forma diferente: no solo la cocina de los chefs, o la cocina más tradicional de una madre, sino la cocina de la gente que vive en ciudades, que viaja, una cocina más sencilla y al alcance de todos.
Aprendí a cocinar sola, me inicié con un libro de Michel Guerard y su terrina de foie de ave de corral. Después conocí a Alain Passard, que me propuso ir de observadora a su cocina durante dos semanas algo que fue super interesante. Algo más tarde conocí a Alain Ducasse, y tuve la suerte de ir de stagiaire (que es como se denomina a los becarios en cocina) a su hotel L’Abbaye de la Celle, con el chef Benoit Witz.
Claude Lebey (su mentor) quiso de alguna manera provocar a los chefs de la época y demostrar que alguien totalmente ajeno a su mundillo, sin tradición culinaria ni estudios de cocina, podía llegar a vivir de la gastronomía, sin necesidad de convertirse en una gran chef.
Por aquel entonces nadie se interesaba por la cocina y tuve la suerte de que eso me permitió estar tan cerca de esos chefs y que me invitaran a su cocina, si eso pasara hoy en día, seguro que no hubiera tenido esa suerte.
Porque para mí se trata de lo contrario de la labor que desempeño. Mi trabajo me ha permitido siempre no tener un horario fijo, puedo organizar mi día como quiera. Quiero ser todo lo libre que pueda: sin jefe, sin empleados, sin horarios, y trato de mantener esas tres reglas firmes.
En un momento dado, Harvey Weinstein, el presidente de Miramax, me invitó a New York y me propuso hacer un programa en EEUU, quería que yo representara el estilo de vida francés en EEUU. Era un proyecto extraordinario, pero lo rechacé porque no era eso lo que quería en mi vida. Era mucho dinero, sería mucho más conocida que ahora, pero suponía una gran limitación para mí.
Tengo la impresión de que la gente tiene mucho más interés en la cocina que antes. Pero es verdad que hay un punto de apariencia en todo esto: cada vez hay más gente que ve los programas de cocina, comparte fotos de sus platos etc, pero no sé si cocinan realmente.
Gracias a mis viajes en el programa, veo que fuera de las ciudades hay una mayor conciencia de que realmente somos lo que comemos, de los efectos de la alimentación sobre nuestra salud y sobre el medio ambiente.
Creo que comprar al día y de forma sostenible es un compromiso importante que todos deberíamos incorporar, pero sin volvernos radicales. El equilibrio entre el placer y la obligación es posible.
Me gusta la idea de rendir homenaje a lo más mayores, que son muchos de los protagonistas de mis programas. Son portadores de mucha sabiduría culinaria, pero también de las tradiciones de todo lo que envuelve nuestras mesas, tradiciones artesanas que no siempre se valoran como deberían en nuestra sociedad.
Creo que en cierto modo la cocina es un instrumento para descodificar y entender la sociedad, y eso es algo que quiero enseñar en mis programas.
Tenemos un nuevo programa que empieza en marzo que tiene a los huertos como protagonistas. Cada vez más gente tiene su propio huerto y en este programa queremos contar las historias que los rodean, las técnicas, las herramientas, las posibles dificultades. Creo que, en Francia, a raíz de la Covid-19, nos hemos dado cuenta que merece la pena plantearse poder ser autónomo al menos en el aprovisionamiento de verduras, y que puede no ser tan complicado hacerlo.
Continuaré al mismo tiempo con “Les carnets de Julie” y además estoy preparando un programa en España, no sé si será una temporada entera, pero si al menos una emisión, un programa totalmente nuevo que se grabará en Francia, pero será para España. Aún no puedo decirte nada más. (¡Estaremos pendientes!)
Creo que ha evolucionado a mejor en los últimos años. Creo que cada vez hay más mujeres en las cocinas profesionales y al mismo tiempo cada vez hay más hombres que cocinan en casa, aunque no sé si nunca llegaremos a porcentajes de 50%.
Eso sí, no vamos a negar que dedicarse profesionalmente al mundo de la cocina sigue siendo bastante complicado hoy en día para cualquier mujer, sobre todo por la dificultad de conciliación con la familia, y que sigue siendo un mundo tradicionalmente masculino, pero creo que poco a poco está cambiando.
Nunca he sufrido machismo en mi carrera, al menos no de manera directa, puede que si algo más encubierto.
En lo que sí que tuve más problemas fue para ganarme el respeto dentro de la cocina por falta de credibilidad, al no haberme formado como chef y no venir de una tradición culinaria familiar marcada, pero no por ser mujer.
Lo que más me gusta: la libertad de organizar mi tiempo como quiero y poder viajar.
Me encanta la sensación de ser nómada y de poder irme cuando quiera a contar las historias culinarias de las personas que voy conociendo.
Lo que menos me gusta, la necesidad de hacer un poco de política, relaciones con personas importantes, acudir a eventos y demás. Por este motivo he dejado escapar algunas oportunidades en el pasado, pero es mi manera de ser y prefiero mantenerme fiel a mí misma.
Michel Gerard, era suya mi primera receta y suyo mi primer libro de cocina. Tuve el privilegio de conocerle 10 años después. Le adoro, es un hombre extraordinario aparte de su calidad como chef.
Otro gran hombre y gran chef es Ferran Adrià, tuve la suerte de conocerle y estar con él una vez en el Bulli, comimos en la cocina, junto a Michel Guerard, una experiencia inolvidable.
También Alain Ducasse que con el tiempo se ha convertido en un amigo personal, tanto él como su mujer, para mi representa la excelencia de la cocina francesa y la capacidad de exportar la cocina.
Alain Passard no puede faltar en la lista, porque le veo como el gran artista en medio de una libertad y genialidad total.
También admiro muchísimo a Michel Bras, le conocí a través de un reportaje que hice para Gault Millau. Es capaz de transmitir una emoción, y su conexión con el paisaje, el terreno, como pocos saben hacerlo. Es un chef aparte y único.
Thierry Marx, con el que he trabajado y que admiro muchísimo. Es un gran humanista y es alguien que usa la cocina como herramienta para ayudar a personas con discapacidades o con problemas sociales, económicos etc. Él hace posible que gracias a la cocina puedan conocer un oficio y prosperar en su vida, para salir de la pobreza o la delincuencia.
Cada uno de ellos constituyen un enfoque distinto de la cocina, pero, para mí, son todos ellos excepcionales y entre todos han alimentado mi percepción de la cocina.
No me gusta mucho pensar en el futuro e imaginarme cosas. Creo que es más interesante vivir en el presente, conocer bien qué es lo que te apasiona, hacer las cosas con sinceridad y honestidad, trabajar, construir cosas de las que nos vamos sintiendo orgullosos.
Me gusta quedarme con la idea de que todo es posible, pero por supuesto con voluntad, con suerte y con sinceridad. A priori, con estos tres ingredientes, no podemos ser infelices.
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