Burgos esconde algunos tesoros gastronómicos, más allá de los consabidos asados de lechazo y los populares pinchos de morcilla.
Entre los asadores de cordero tradicionales de Burgos destaca Casa Azofra, cuyos riñones de lechazo a la parrilla, un bocado celestial, justifican la visita. No le van a la zaga el popular Casa Ojeda ni Asador Los Trillos, este último con un local mucho más popular, ruidoso e informal, pero también con mejores precios. Todos preparan un cordero lechal en horno de leña sobresaliente, tierno y sabroso. También son excelentes los de HQ La Galería y El Alfoz de Burgos, donde también preparan buenas carnes rojas a la parrilla.
Dejando aparte los asadores, no hay duda de que el mejor restaurante de Burgos es Cobo Evolución, dentro del espacio Cobo Estratos. Es la única estrella Michelin que hay en la ciudad y está dirigido por el carismático cocinero Miguel Cobo. Se puede leer la crítica completa que publicamos en Gastroactitud en este enlace.
Hemos querido destacar en este artículo otros 6 restaurantes que merecen mucho la pena en la ciudad.
Pl. de la Libertad, 9, 3º Planta. Tel.: 947 02 75 81. Precio desde: 50 euros. Cierra: lunes. Martes y domingo por la noche.
En la planta de abajo de Cobo Estratos brilla con luz propia Cobo Tradición, uno de los conceptos que ha creado Miguel Cobo. El cocinero, que demuestra tener las ideas muy claras, se hizo famoso por su participación en Top Chef, donde su simpatía y naturalidad brillaron tanto como su cocina.
Aquí se puede comer estupendamente con un ticket medio de 50 euros por cabeza. También ofrecen un menú degustación, el N-623, con tres entrantes, dos principales y postre por 45 euros, bebida incluida. Eso sí, solo de martes a viernes. Las mesas vestidas con buenos manteles, la decoración moderna y minimalista, el cuidado de todo los detalles, incluida la vajilla, y el excelente servicio de sala hacen que comer aquí sea una experiencia muy satisfactoria.
La carta es bastante amplia y se centra en recetas tradicionales puestas al día, casi siempre con un toque de innovación. Entre los entrantes fríos destacan el pastel de cabracho y las anchoas del cantábrico, que evocan a la cocina del norte peninsular. Lo mismo pasa con el acompañamiento del foie micuit: tostadas de sobao pasiego. Todos estos guiños son debidos el origen cántabro de Miguel, que es de Santander.
El ajo blanco con tartar de tomate y vieiras es el plato que más llama la atención. Fresco y con un sabor agradable y persistente. Entre los entrantes calientes sirven dos platos que no pueden faltar en la carta de ningún restaurante de Burgos: la morcilla de arroz y los tigres. Eso sí, en unas versiones muy personales del cocinero. Tienen fama también sus cremosas croquetas de ibéricos.
Entre los llamados “primeros” sería un error no probar el canelón de pularda con bechamel de hongos, una de las elaboraciones más aclamadas de la casa. Equilibrio y sabor en un plato que bien podría ser un principal para acabar una cena ligera.
Muy buena idea poner los pesos y precios de chuletas y pescados del día en un listado, lo que permite que el comensal pueda elegir libremente con toda la información disponible, algo poco habitual y que evita sorpresas. Los pescados se preparan a la brasa y se presentan enteros para que el equipo de sala los emplate enfrente del comensal. Además, acaban de incorporar unos estupendos arroces a la carta.
En el capítulo de postres es muy original y ligera la sopa de limón, con un helado de limón y albahaca. Además tienen torrija, hojaldre, tarta de queso y tarta de chocolate, que bajan el nivel.
C. San Juan, 3. Tel.: 947 04 04 20. Precio desde: 28 euros. Cierra: Lunes y domingo.
Es el otro gran restaurante moderno de Burgos, dirigido por el estupendo cocinero Ricardo Temiño. Su cocina es aparentemente sencilla, pero no esconde un gran trabajo de precisión en los puntos, selección de producto y sutileza en las presentaciones.
Local elegante, decoración moderna, salones privados, mesas con mantel, espectacular cocina vista y vajilla cuidada. Equipo de sala notable y con mucho cuidado de los detalles, como los panes y aceites de calidad. También ayudan a elegir vinos de la zona, poco conocidos, de la carta digital que tienen en un iPad.
La carta, con un precio medio de 50 euros por comensal, tiene elaboraciones contemporáneas de platos tradicionales y algunos guiños a otras cocinas, como la peruana. Además, ofrecen de lunes a viernes un menú ejecutivo por 28 euros. También han creado recientemente un menú degustación (“Camino”) que merece crítica aparte.
Los entrantes son sencillos pero delicados. Es el caso de las alcachofas, acompañadas de foie y papada ibérica. Igual pasa con la ensaladilla “La Fábrica”, cuyos detalles en la elaboración la ensalzan como una de las mejores que se pueden probar. Las claves son la mayonesa y los toques ahumados y ligeramente picantes. El salmorejo con sardina ahumada es de notable también, cumpliendo como aperitivo de la casa.
El carpaccio de chuleta está muy rico con un sutil (menos mal) aroma de trufa. Muy agradable el carpaccio de gambas con toques cítricos y picantes. La textura en crudo es clave, aunque no para todos los gustos, y la temperatura perfecta, templada. Sorprende aún más lo delicado que es el cebiche de corvina, equilibrando con éxito cítrico, picante y dulce.
Buen foie micuit con brioche y correcta tempura crujiente de langostinos y trigueros con una salsa adictiva. Convence menos el puerro con carbonara de mejillones, algo entero y con una salsa que podría tener algo más de potencia.
El steak tartar se prepara en mesa delante del comensal, al que se le pregunta el punto deseado de picante. Notable producto y aliño, incluyendo grasa de chuleta. Entre los principales, el arroz con mollejas no convence. Si bien las mollejas están muy buenas, el arroz no tiene el mejor punto.
Muy logradas y originales las gyozas de cordero lechal. Y fantástico el risotto de alcachofas, que podría estar en la carta de los mejores restaurantes de Roma. Las alcachofas en dos texturas, una más tierna y otra crujiente, completan un platazo. Uno de los platos estrella de Temiño es el pichón en 4 pasos. La pechuga marcada y terminada al horno, rosada y ligeramente sangrante, llega en su punto perfecto. Los muslitos guisados, la tosta de sus interiores y el ravioli completan el pase. Notable.
Otro ravioli con un nivel excelente es el de toro con espuma de foie y setas. Un acierto, con una salsa que invita a mojar. La chuleta de ternera, madurada 40 días, no baja el nivel. Mucho sabor y punto perfecto el que consiguen darle en la cocina. Se acompaña de unos buenos pimientos a la brasa y patatas fritas.
De postre hay varias opciones tradicionales con una visión contemporánea. Destaca la tarta de queso, especial por su potencia, que se diferencia de la mayoría de tartas de queso de moda, anodinas y repetitivas. Menos llama la atención, aunque cumple como final refrescante y ligero, la infusión de frutos rojos con helado de yogur y nata. Si se opta por algo más original, la sopa de mango con lima, jengibre, apio y curry resulta fresca, cítrica y ligeramente picante.
Calle San Lorenzo, 33. Tel.:947 10 06 89. Precio desde: 40 euros. Cierra: lunes y martes. Domingo por la noche.
Este nuevo espacio gastronómico está dirigido por la brillante Elsa Gutierrez, quien fuera clave, como jefa de sala, para que el fabuloso restaurante Annua en Cantabria obtuviera dos estrellas Michelin. Una vez desligada del nuevo proyecto del cocinero Óscar Calleja en Salamanca, está centrada en lograr que Onírica sea un referente en Burgos. Largo camino aún por recorrer, pero solo llevan meses abiertos y Elsa tiene conocimiento de sobra para conseguirlo.
Se trata de un espectacular espacio de tres alturas. En la primera, el restaurante “Clásico”. En la planta de abajo el Gastro Lounge con propuestas originales y divertidas, decoración oscura y moderna, con ambiente amenizado con música por un DJ. Además tienen una pequeña y agradable terraza. Dos conceptos gastronómicos muy diferentes, que se completan con una coctelería en la planta de arriba, perfecta para alargar las sobremesas.
En el Gastro Lounge destaca un fabuloso ceviche mejicano de pulpo y langostinos. Fresco y ligeramente picante, para comer a cucharadas. Está rica, sin más, “la ensaladilla de Mauro”, con un toque especial de vinagre. Mejor la tempura de algas (ramallo), crujiente y con sabor a mar. La sepia con aguacate, mango y chipotle resulta un plato refrescante y ligero. Buen nivel también el del tartar de atún rojo con huevo frito.
Cumple el brioche de pulled pork. En este caso, el sándwich se prepara con un pan excesivamente grueso, de potente sabor a mantequilla, y con mayonesa. No está malo el conjunto, aunque casi no se nota la presencia de la carne y apenas se aprecia el sabor del guiso. Para acabar compartiendo, es una buena opción probar la costilla a baja temperatura, que se deshuesa en la mesa y se acompaña de jalapeños, pico de gallo, cebolla roja encurtida y tortillas de maíz para preparar tacos.
Mucho más flojos los postres: no emocionan ni la tarta de queso azul, ni el tiramisú ni la sopa de fresas.
La oferta de vinos es amplia, aunque las opciones por copas son muy reducidas, algo que deberían revisar. También ofrecen algunos cocktails sencillos, diferentes a los de la planta de arriba.
El equipo de sala cumple con creces, amable y profesional, preocupado por agradar y ayudar a elegir bien a los comensales.
P.º Comuneros de Castilla, 19. Tel.: 947 00 93 46. Precio desde: 25 euros. Cierra: Domingo. Lunes, martes y miércoles por la noche.
Interesante propuesta la de Saúl Gómez en su restaurante Blue Gallery. Platos bien pensados y equilibrados, utilizando técnicas de cocina modernas y adecuadas.
Ofrecen dos menús degustación y no hay carta, salvo la de vinos. El menú business incluye 3 platos y 1 postre. Se sirve de lunes a viernes y cuesta 25 euros incluyendo pan, agua y una cerveza. El menú degustación incluye 3 platos más y cuesta 52 euros sin bebidas. Ambos menús son sorpresa y cambian según producto y temporada.
Sirva como ejemplo de primer plato una berenjena con miso, con un sabor a brasa muy conseguido, en una elaboración muy asiática.
Después suele continuar los menús con uno de sus platos estrella. Se trata de un cocido de almendras, con una textura sorprendente. Las trabaja 7 horas en una olla coreana. Cremosidad máxima, como si de una alubia se tratara. Saul consigue un guiso sabroso acompañado de chorizo y morcilla de calidad.
Para acabar la parte salada nos podemos encontrar un sencillo lomo de cerdo asado con pimientos. Un plato que recuerda a sabores de casa, de nuestras madres.
De postre un hojaldre invertido con una chantillí deliciosa y un sorbete de frutos rojos. Notable, con marcado sabor a mantequilla.
Buena selección de vinos por copas y opción de hacer maridaje para cualquiera de los menús.
Pl. de la Libertad, 4. Tel: 947 10 80 46. Precio desde: 10 euros. Cierra: lunes y martes.
Se trata de uno de los dos restaurantes de Antonio Arrabal, quien saltó a la fama con el concurso televisivo Top Chef. Aquí ha creado un espacio muy informal con una cocina divertida y sin pretensiones. El local tiene tres plantas y una agradable terraza. La oferta de bebidas es muy corta, el servicio informal y los precios amables.
La especialidad de la casa son las hamburguesas y también tienen pizzas. La parte más interesante está en los entrantes, donde toca la cocina japonesa, mejicana y peruana entre otras. Un poco de todo, quizás demasiadas cosas.
Todo está bueno, pero no hay nada que sea sobresaliente. Sirvan como ejemplos el rico kimuchi de vieiras, muy fresco, el roll de tartar con huevo de codorniz frito y el burrito mejicano, quizás lo más flojo. Sin embargo están buenos los gofres con pollo frito, combinación ganadora.
Otras propuestas originales son el canelón de aguacate relleno de tartar de gambas y las gyozas de langostinos con torreznos, con una potente salsa japonesa. Ambos platos triunfan. Convence menos el roll acevichado de salmón y langostino crujiente en el que el sabor está bueno pero no aparece ningún matiz que recuerde al cebiche. Mucho mejor el taco de chorizo y huevo de codorniz (“tacojonudo”, versión del pincho cojonudo, típico de Burgos). La verdad es que hace honor a su nombre, está para comerse dos o tres por cabeza.
C. San Gil, 11. Tel.: 638 04 62 88. Precio desde: 1,20 euros. Cierra: lunes y martes.
Las tapas y raciones del otro restaurante de Antonio Arrabal cumplen con su función, agradando en la mayoría de los casos y a un precio más que razonable. Aquí no hay lugar para la fusión, centrándose en una cocina muy tradicional y guisos caseros. Tienen una pequeña barra y un salón con mesas, todo muy informal.
La ensalada destaca por llevar una buena lechuga y un tomate de temporada espectacular. La ensaladilla, con un interesante toque de tartar de atún, es muy cremosa. Llegando a platos más contundentes nos encontramos con una tortilla de patatas con callos, sabrosos y ligeramente picantes. También ricas las albóndigas en salsa de carne con patatas. Mejor aún la oreja frita (excelente, ligeramente picante).
Otros platos destacados son las bravas (correctas), las empanadillas caseras (muy buenas), las croquetas (muy mejorables), las bolitas de carne y los mejillones en salsa brava.
El propio cocinero arrabal, cuando está en el local, recomienda los canelones de bacalao. Y tampoco hay que dejar de probar los torreznos (sabrosos y crujientes, un acierto), los tigres (con un relleno muy rico) y los pimientos rellenos de carne con una salsa al vino tinto que está para mojar pan (lástima que el que sirven no sea muy bueno).
Los postres bajan el nivel. También la oferta de vinos, corta y poco interesante, aunque muy ajustada de precio.
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