Uno de sus beneficios es el impacto relajante que producen en quien los consume. La sensación de comer caliente cuando las temperaturas están bajando es… indescriptible. Reconforta, y al mismo tiempo, da una sensación de calor.
Los platos de cuchara generalmente se pueden congelar (salvo los de patata porque el almidón se convierte en azúcar). De una buena cazuela, se consiguen porciones extra para usar en días en los que no tenemos tiempo, pero no renunciamos a comer un buen plato de cuchara.
Una solución para prepararlos fácilmente es la mejor olla programable. La forma perfecta de cocinar a tu aire, sin contratiempos, platos sanos tan apetecibles como estos.
La crema de calabaza es ideal para las noches de invierno. Un producto de temporada sano y asequible. No solo es muy fácil de preparar, sino que también se puede tunear de diferentes maneras: añadiendo curry, al aroma de naranja, con sus propias pipas y queso fresco, con un toque de vinagre de Jerez…
Es la sopa japonesa más famosa. Se elabora con miso (blanco o rojo), una pasta espesa que obtiene de la soja fermentada y el caldo dashi que se prepara con alga kombu y kastsobushi (atún seco). Es un básico de la gastronomía japonesa que se sirve tanto en desayunos, como almuerzos y cenas.
La pasta de miso se elabora con con semillas de soja, cereales, sal marina y hongo koji que hace que fermente. Durante siglos fue considerado un alimento curativo en China y Japón. Contiene enzimas que ayudan a la digestión y contiene una alta proporción de proteína, lípidos, vitaminas y sales minerales.
Los tipos de miso más comunes son:
Shiromiso, o miso blanco: su fermentación dura aproximadamente un año y resulta ser el de sabor más suave; Akamiso, o miso rojo: su fermentación dura aproximadamente dos años, teniendo un sabor más fuerte que el blanco; Kuromiso, o miso negro: su fermentación dura aproximadamente tres años y su gusto es intenso; Hatchomiso es la variedad más concentrada y proteica al no llevar ningún tipo de grano añadido (arroz, trigo o cebada).
Las lentejas son clave en la dieta mediterránea. Son muy ricas en proteínas (ideales para la dieta vegetariana), vitaminas que apoyan nuestro sistema nervioso hierro y zinc. Estofar legumbres es una técnica antigua muy resultona. El origen del estofado de lentejas con chorizo parece estar en la provincia de Ávila desde donde se extendió al resto de la geografía española. Además de chorizo se les puede añadir, jamón, tocino e incluso un hueso con tuétano. Una vez cocidas se terminan de guisar añadiendo un sofrito de cebolla, tomate, ajo y pimentón.
En Galicia no se llama pote, sino caldo, según explica la Condesa de Pardo Bazán en su libro La cocina española antigua, donde afirma que es la comida de los aldeanos gallegos que son por fuerza vegetarianos. Sus señas de identidad, esas que le diferencian del resto, son el unto (tocino del estómago) de cerdo que le aporta ese sabor tan característico y las verduras: berza, nabiza (hoja del nabo) o los saludables grelos (tallo del nabo), nutritivos y reparadores. Además, se compone de patatas y alubias blancas. En las casas más pudientes se enriquecía con oreja y morro de cerdo, codillo, chorizo, etc. Pero la versión más humilde es la más deliciosa.
Las pochas son alubias blancas frescas, es decir que no se dejan secar, sino que se consumen recién sacadas de la vaina, siendo verdura y no legumbre. Eso significa que no hay que rehidratarlas. Su sabor es delicado, muy sutil -cuando son de calidad. Resultan tiernas y aterciopeladas. Tal vez por eso se guisan viudas, es decir solo con verduras: su fragilidad soporta mal la embestida del embutido porcino, con su grasa y pimentón. Las hemos comido muy buenas en Enekorri (Pamplona), siempre y cuando sea temporada (agosto a octubre), aunque ahora se congelan y se sirven todo el año.
O patatas con chorizo, porque en La Rioja a todo se le añade chorizo para que esté rico y tenga sabor. Es una receta tan sencilla como suculenta. Solo la calidad de los ingredientes garantiza la excelencia del plato. Cebolla y ajo para hacer un buen sofrito, patata carnosa y chorizo riojano, dulce, picante o mitad y mitad. Ni pimiento, ni tomate, ni nada. Así solas están mejor. Imprescindible dejar que la patata esté bien cocida, casi deshecha para que el caldo se trabe con el propio almidón.
Es este un guiso de verano que se echa de menos en invierno. Aunque ahora con el cambio climático los bonitos están despistados y aún se capturan en los meses fríos en el Cantábrico. Cazuela de arrantzales (pescadores en euskera), que se originó después del descubrimiento de América, pues patata y pimiento, que llegaron de allí acompañan al pescado. Tan sencillo y austero como sabroso, encontramos referencias a él en todos los recetarios euskaldunes, aunque será necesario ajustar los tiempos de cocción que aparecen en los más antiguos si no queremos dejar el bonito como un estropajo. Orio, Guetaria, Motrico, Zumaia… se disputan la fama.
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