Tal vez muchos le conozcáis por su beligerancia en Instagram donde tiene más de 300.ooo seguidores o por sus apariciones en El Intermedio, programa de La Sexta. Erik Harley, graduado en Bellas Artes y experto en estudios urbanos es el azote del despilfarro arquitectónico el creador del «pormishuvismo» y he tenido la suerte de conocerlo en la última edición de Diálogos de Cocina. No tiene vinculaciones con el mundo gastronómico, pero le gusta comer platos vegetarianos, aunque no sabe cocinar.
El Pormishuevismo es como una corriente artística que en realidad trata de analizar todo lo que se ha hecho en las ciudades y cómo se ha utilizado el dinero público, cómo se ha despilfarrado. Es señalar lo que se hace mal, en lo urbano o en cualquier ámbito. Entiendo lo urbano como algo artístico, pero me fascina el arte que tienen algunos para despilfarrar dinero, sobre todo dinero público. El Pormishuevismo se puede aplicar a todo porque es analizar porqué las cosas se hacen mal cuando pueden hacerse bien. Unas veces es por pura inutilidad, las menos, y otras para enriquecerse. Es egoísmo puro.
Lo que es un Pormishuevismo total es la ampliación del Basque Culinary Center. Una cesión del único espacio verde, un terreno sin construir que hay en Gros, junto a la playa, para hacer un edificio que firmará un arquitecto de renombre internacional, que evidentemente no será vasco, y que costará 26 millones de euros, de los cuales 19 son públicos. Todo esto para ampliar una universidad que de hecho es privada, porque por el precio de los cursos sólo los privilegiados pueden estudiar allí. De esta inversión solo algunos sacarán beneficio. Luego esto puede repercutir en el ciudadanía y en la ciudad, pero de base está mal pensado. El BCC ya fue una inversión de dinero público. Son maneras promishuevistas de hacer las cosas. Es algo que no tiene sentido porque hay espacios de sobra. En el edificio de Tabacalera hay 6 proyectores que cuestan 5.000 euros que apenas se usan.
Creo que en la cocina también se hacen las cosas mal. Aunque en Diálogos de Cocina se reunió mucha gente que hace las cosas bien y está super concienciada. Hubo ponencias que me encantaron como la de María Nicolau. En la gastronomía creo que no hay corrupción económica como en el urbanismo, pero hay otro tipo de corrupciones. La gente también actúa por egoísmo. Por ejemplo traer una comida desde lejísimos dejando una enorme huella de carbono es algo pormishuevista, porque es hacer las cosas mal. El sector es una burbuja que se retroalimenta y hace falta gente que lo vea desde fuera y señale.
Me gusta comer porque me ayuda a desconectar. El tiempo que estás comiendo no piensas en otra cosa, estás centrado en eso. Pasa igual cuando cocinas, aunque yo me meto en la cocina solo para limpiar lo que cocina mi marido. Yo no tengo paciencia y la cocina necesita paciencia. Pero me parece tremendo el tiempo que empleamos en comer y en preparar lo que comemos. Me imagino que para alguien que ama la gastronomía, esto que digo yo puede sonar horroroso. Es tremendo pero los de mi generación somos muy impacientes y además no tenemos conocimientos sobre productos, ni técnicas, sabemos poco.
Empecé de pequeñito, por llevar la contraria. Siempre he sido muy guerrera (risas). La carne roja en el plato me ha generado rechazo, de siempre, porque estoy viendo chicha y no me apetece comerla. No pienso que es un animal, es como si viera un trozo de tu brazo y no me lo quiero meter en el cuerpo. Me afectó mucho la película Viven que cuenta la historia de un avión que se estrella en los Andes.
Ahora, tampoco me gusta la filosofía de la industria cárnica en general. Genera huella de carbono, lanza metano, tienen a los animales hacinados. El otro día en Murcia, grabando un programa sobre las rotondas en Alhama, vi como pasaban camiones de cerdos, unos 15 en un ratito, camino de la fábrica de El Pozo.
Por supuesto ¿Para qué queremos carne impresa o hamburguesas falsas? Lo que no queremos es eso. Ya sé que muchos vegetarianos lo comen pero es incoherente y ridículo. A los vegetarianos que no les gusta la verdura y buscan estos sucedáneos tienen un problema, es una perversión. Los ultraprocesados son un problema y además generan mucha huella de carbono. Y la gran industria está detrás de todo esto. Ha que calibrar las decisiones de nuestro día a día. No puedes ir a Mercadona y atiborrarte de hamburguesas de seitán.
Puede que sí pero prefiero que sea una moda a que no sea nada. Me parece mejor poder tomar café con leche de soja en cualquier parte a que no haya la opción. Las modas acaban dejando poso y eso es lo importante. Hace 10 años era impensable tener opciones en tu día a día. Lo celebro porque se está generando un cambio pero no deja de ser un Pormishuevismo alimentario.
Alimentarse bien ahora mismo es un lujo. No todo el mundo tiene el dinero o el tiempo suficiente para cocinarlos o ir a comprarlos al lugar correcto. Si eres una familia con recursos limitados acabas comiendo panga. Puede ser que la gente tampoco esté bien educada en ese sentido. Falta formación en alimentación. Y tengo que reconocer que las nuevas generaciones somos muy impacientes, por eso acabas comiendo comida rápida y ultraprocesada, porque no hay que esperar.
Me preocupan los sistemas de producción de alimentos, las cadenas de distribución. Dependemos de pocas empresas y todo está masificado, creo que así no es fácil alimentarse bien. Me preocupa que todo se convierta en un monopolio. También me preocupa la falta de educación alimentaria. Es verdad que en mi casa no me han inculcado el cocinar. Lo que se hacía era abrir cosas, calentarlas y comerlas porque mi madre trabajaba de siete de la mañana a ocho de la tarde. Creo que ha perdido la importancia simbólica que tenía la cocina. Las mujeres salieron de la cocina para trabajar, pero nos olvidamos de que los hombres podían haber entrado en ella para el día a día.
Pues igual que en el mundo del arte. Solo defiendo que la gente no saque unos beneficios estratosféricos por alimentar a los demás, me refiero a los supermercados y a los restaurantes del día a día. Por ejemplo, el trato que determinadas cadenas como Mercadona, que es la Satanasa (risas), dan a sus productores. Les compran las producciones, les aprietan y después ya los tienen cogidos por los huevos y los manejan a su antojo. La alta cocina es otra cosa, entiendo que uno no va a un restaurante guay para alimentarse, va para disfrutar como si fuera una obra de arte o una performance. Pero también me parece mal que obtengan unos beneficios salvajes y después paguen con líneas de currículo a los que van a hacer prácticas. Eso significa también que quien entra en el sector lo hace de una posición de privilegio porque se puede permitir que no le paguen por trabajar, seguramente porque le mantienen sus padres.
Una manifestación clara del pormishuevismo en la hostelería es que se pretenda que las prácticas no sean remuneradas. Pasa igual en la arquitectura. Hay estudios potentísimos que tiene 50 becarios a los que no pagan pero que sacan trabajo. En los restaurantes es igual. Eso me parece mal. Hay que pagar a los becarios. Yo tengo uno, le estoy formado y le pago y confío en que será un profesional estupendo del que yo pueda seguir aprendiendo. Todo es por el beneficio de los empresarios. Yo defiendo un tipo de sociedad y tengo que ser coherente. No puedo decir una cosa y hacer otra. Podría haber cogido dos becarios y repartir el dinero, pero no me parece bien. Se habla mucho de sostenibilidad pero lo que primero tiene que ser sostenible es lo económico, tienes que pagar a la gente para que puedan vivir dignamente y eso no quiere decir que tu negocio sea una ONG.
Pues sobre todo el plagio, que se copien platos los unos de los otros me parece incríble. También la descontextualización de los platos, porque lo que tiene sentido en un sitio no tiene porque tenerlo en otro. Pasa igual con los edificios.
Bastante. Es difícil mantener una línea ética. A mí, ahora, me surgen un montón de ofertas para que anuncie cosas o sea imagen de cosas y las tengo que rechazar. ¿Cómo voy a vincular mi imagen a empresas que trabajan con materiales contaminantes o a las que no les importa la huella de carbono que generan? Pero tengo que estar atento porque como me descuide me la cuelan. También hay desconocimiento. No somos conscientes de la repercusión que tienen las pequeñas decisiones y ahí es donde hay que ser coherente. Si soy vegetariana no me puedo comprar un bolso de piel y si en España no llueve es absurdo que se planten aguacates, en lugar de naranjos o viñas y que los instagramers recomienden que se coman: los aguacates no son sostenibles. Esto son sólo dos ejemplos. No puedo comer comidas que no me representan. Es un problema de información.
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