Tête de Moine AOP es reconocido por su corte con forma de flor. Este queso suizo se produce en la zona francófona de Suiza. Su origen se remonta al siglo XII cuando los monjes del monasterio de Bellelay lo producían para pagar sus tributos. Su nombre se debe a la picaresca de los monjes, quienes raspaban el queso para disfrutarlo a escondidas. De ahí que tête de moine signifique literalmente “cabeza de monje”, pues una vez abierta la corteza superior, recuerda a la coronilla de los monjes. No fue hasta 1982 cuando la venta de este queso se revolucionó, gracias al ingenio de Nicolas Crevoisier que inventó la girolle, una novedad para cortar el queso en forma de flor y que, por tanto, supuso un empujón definitivo para su mercado.
Con el paso de los años, el Tête de Moine AOP y su curioso corte en forma de flor, ambos, se han convertido en un imprescindible para muchos gourmets. El raspado, intensifica su sabor de notas saladas, algo que ya descubrieron los ingeniosos monjes hace siglos. Esta forma puede conseguirse con el Tête de Moine gracias a su consistencia grasa. Su sabor y su atractivo corte que recuerda al clavel.
El Tête de Moine AOP es un queso que, a pesar de ser pequeño, oscila entre los 700 gramos y los 2 kilos, se necesitan aproximadamente entre 8 y 11 litros de leche para elaborarlos y de 3 a 4 meses de maduración, o bien, se pueden esperar 8 meses para un reserva. Este queso que sólo se produce en 10 queserías de Suiza es uno de los más preciados del país helvético, por lo que siempre está presente en las mesas en forma de aperitivo.
Para elaborar un queso suizo se utiliza casi el doble de leche que para fabricar un queso de producción industrial. Las queserías reciben dos veces al día la leche recién ordeñada para garantizar la elaboración de un producto fresco y sano. El uso de leche cruda, no pasteurizada, posibilita un sabor más intenso y potencia los aromas derivados del pasto y forrajes.
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