Habrá que correr a los cines, no por la colas, sino porque probablemente esta película de corte "indie" para los estándares de Hollywood no durará mucho en las carteleras o quedará, con mucha suerte, apalancada en alguna sala alternativa. Pero, sin duda, el filme, cocinado a base de guión y buenos actores, gustará a los amantes de la gastronomía y sus acompañantes.
La trama es bastante sencilla: un chef afianzado en un restaurante de renombre de Los Ángeles, Carl Casper (Jon Favreau), recibe la visita del crítico-bloguero-twittero Ramsey Michel (Oliver Platt) que le hace una reseña devastadora sobre el menú que ofrece, no tanto porque cocine mal sino por su poca capacidad sorprender a sus comensales como antaño, aunque le da estopa a alguno de sus platos clásicos, como no podía ser de otra manera. Esta crítica e Internet provocaran una catarsis en Casper.
Y es aquí donde más de un cocinero real se verá reflejado, ya que explica muy bien como críticos y gastrolovers buscan una constante renovación e innovación de los chefs y aclara como no siempre es posible ora porque muchos de ellos trabajan para empresas/empresarios que, a menudo, prefieren que mantengan una posición menos arriesgada y que produzca ingresos (una vertiente de la restauración brillantemente interpretada por Dustin Hoffman) ora porque sencillamente "crear" no es siempre posible. De cualquier manera, sí que refleja de manera interesante la frustración que siente a veces el que recibe la crítica.
Paralelamente, el personaje del crítico Ramsey Michel (quizá querrían escribir Ramsay, ese rey de las pesadillas) retrata esa necesidad o esperanza de ser sorprendido a cada bocado por parte de los críticos. Y sí, ya se había oído a los cocineros quejarse antes que muchos se sientan y solo saben decir aquello de "¿qué hay de nuevo?" dejando de lado aquello que se hace de maravilla aunque no sea nuevo. Pero, siendo justos, también queda claro que los "Ramsay" del mundillo también son un acicate para los chefs de mejorarse.
Con estos ingredientes y las redes sociales (la película explica de maravilla cómo funciona lo del retwitteo y el viral), la situación desemboca en que el chef se enfrenta al crítico (esto ya lo hemos visto o leído en España, no hace falta irse a Hollywood) y el cocinero abandona su puesto seguro y lucrativo para buscarse a sí mismo en un foodtruck (ya hablamos de cómo en América se han convertido en instrumentos de creatividad y aquí con incipientes ejemplos como Koldo Royo). En este viaje le acompañarán Martin (John Leguizamo) y su hijo Percy (Emjay Anthony). Y hasta aquí podemos leer.
Hay mucho que desgranar en este filme que ha escrito, dirigido e interpretado Favreu. Por ejemplo, como las redes sociales han cambiado el desarrollo mediático de un restaurante y la forma de promocionarlo e incluso de trabajar de los periodistas/blogueros. Quizá lo que más envidia da desde el punto de vista gastronómico y empresarial es el tema de foodtruck, la sencillez con que se monta un negocio y un concepto gastronómico en EEUU, aunque eso sí , para esto ha tenido el asesoramiento de Roy Choi (unos de los chefs sobre ruedas más conocidos de ese país).
Se podría contar más, pero mejor verla… Sus secundarios de lujo como la despampanante Sofía Vergara, la siempre sexy Scarlett Johansson o el incombustible Robert Downey Jr, completan un reparto de lujo en una película que consigue, si te gusta la gastronomía, que pases algo menos de dos horas sin mirar el reloj y simplemente disfrutando y sin ver un solo tiro.
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