«Ara hi ha la manía de posar noms a tot, i si és anglès mola més». Para los que no entiendan el catalán o no lo hayan leído, hace unos días en un artículo sobre el Batch cooking (cocinar los fines de semana para comer toda la semana) publicado en ara.cat se citaba a Pep Nogué, quien afirma que nos ha dado por poner nombre a todo y en el vocabulario de gastronomía, si es en inglés mola más. Una afirmación que hizo sonreír a más de uno.
Si repasamos la historia del lenguaje gastronómico, podemos comprobar que llevamos siglos adoptando términos extranjeros, palabras prestadas. Este tipo de intercambio lingüístico se ha producido de mil maneras a lo largo de la historia con conquistas, invasiones, cruzadas, guerras, movimientos migratorios y, como no, el turismo.
Ante un alimento, utensilio, técnica o concepto novedoso que decidíamos incorporar a nuestra cultura, a veces se optaba por una descripción o traducción más o menos resultona, otras, en cambio, se naturalizaba el término, como en el caso de espaguetis, o bien se adoptaba el nombre original tal cual nos llegaba, como delicatessen. Salvo en contadas excepciones, el término adoptado siempre era necesario.
En los últimos años, sin embargo, se ha producido una adopción excesiva de extranjerismos innecesarios. De repente se habla de veggie, cheesecake, real food, batch cooking y una serie de términos para los cuales tenemos equivalentes o diferentes formas de trasladar su significado al español. Préstamos innecesarios que muchas veces se nos imponen más por modas pasajeras que por verdadera necesidad.
La directora de GastroActitud, Julia P. Lozano, se lamenta de que esto también suceda con la palabra chef. «En Francés, chef es jefe, no se refiere exclusivamente a un jefe de cocina. Su uso en español es una maniobra para dar prestigio a una profesión desprestigiada, como lo fue durante mucho tiempo la de cocinero. Un sutil eufemismo, como llamar asistente a una secretaria. Como si un cocinero fuera alguien vulgar y un chef un ser rutilante, digno de un programa de televisión. La Biblioteca Nacional de España tituló Chef BNE uno de sus programas dedicados a la difusión de las obras culinarias de la institución. Después de esto, poco más se puede decir».
La crisis del coronavirus ha puesto de moda dos anglicismos que están en boca de todos. Uno de ellos es delivery. En sí el concepto no es nada novedoso, pues es un servicio que hace más de treinta años que se ofrece en este España bajo el nombre de reparto a domicilio.
Muchos defienden su uso porque las empresas que llevan a cabo el reparto lo llaman así. Algunos apelan a la eficiencia del inglés, pues con dicho término se sobreentiende la idea del reparto de comida a domicilio. Otros, que es más moderno y vende mejor el servicio. Sin duda, excusas no faltan, pero ¿son válidas?
Es cierto que las empresas que hoy en día se han especializado en el reparto de comida a domicilio se venden con dicho anglicismo. Esto se debe a que la mayoría son extranjeras (o formatos extranjeros) y al desembarcar en España han traído su terminología con ellas. No obstante, como ya hemos visto, este servicio se viene ofreciendo en nuestro país desde hace más de treinta años y hasta hace bien poco lo expresábamos en español. Es decir: ni han introducido un concepto nuevo, ni había ninguna necesidad lingüística real para adoptar el extranjerismo.
La teoría de que delivery es un término mucho más claro porque se sobreentiende la idea de reparto de comida a domicilio, es válida a medias. El Merriam Webster lo define simple y llanamente como «the act or manner of delivering something» (el acto o la manera de entregar algo). Resumiendo: en su contexto original el anglicismo no se diferencia en nada de su equivalente español y tampoco es más preciso.
En España, delivery se sobreentiende como reparto de comida a domicilio porque dicho término nos ha llegado aquí en ese contexto, pero en realidad no es más que otro servicio más de reparto, mensajería o paquetería.
¿Deducimos entonces que su uso se podría justificar porque es más moderno y vende más? Tendría lógica, ya que hoy en día todo mola más si se dice en inglés y, además, todo el mundo lo habla, lo entiende y lo usa con fluidez, ¿no?
Puede que sea más moderno y dé la falsa sensación de que vende más, pero la realidad es muy diferente. Para empezar, volviendo a esas empresas que han llegado a España para ofrecer el reparto de comida a domicilio, en estos momentos el término delivery tiene unas connotaciones muy negativas, ya que sus repartidores (mal llamados riders) trabajan bajo pésimas condiciones laborales y muchos clientes no ven con buenos ojos que sus restaurantes favoritos usen sus servicios. En un momento en el que se están buscando soluciones para sobrevivir a una terrible crisis, usar un término tan delicado no es la mejor estrategia.
En cuanto a la idea preconcebida de que hoy en día todo el mundo habla inglés, no debemos confundir hacerlo por motivos académicos o profesionales con usarlo hasta para pedir comida en nuestro tiempo de descanso. Para muestra, un botón:
Esta captura de pantalla se hizo el pasado 30 de septiembre y muestra como escriben en su buscador los españoles que quieren hacer uso del servicio de marras. Como se puede ver, no buscan en inglés, sino en su lengua materna.
El segundo término de moda es take away. Este hace más de treinta años que está intentando en vano meter la cabeza en nuestro país. Cualquiera que haya visitado una ciudad turística de la costa, como Benidorm, habrá visto en las puertas de los restaurantes el típico cartel de «Para llevar / To take away». Esto se hizo en su momento para comunicarse con los clientes extranjeros. Sin embargo, por más que se haya usado, el anglicismo no ha sido capaz de sustituir a nuestra versión española para llevar. Ni siquiera en tiempos de crisis:
Muchos restaurantes, cuya publicidad en estos momentos se dirige mayoritariamente al mercado español, insisten en usar el anglicismo. Algunos optan por usar ambos idiomas anteponiendo, eso sí, el inglés: «To take away / Para llevar». Parece una buena solución, pero desde el punto de vista puramente estratégico y comercial, en el momento en el que se decide añadir el español «por si acaso alguien no entiende el inglés», queda claro que la estrategia no es tan potente como queremos creer.
Más allá de la conveniencia o no de usar dichos términos, no debemos pasar por alto que los usuarios, con sus búsquedas, nos están mandando un mensaje muy claro: a la hora de comer, quieren hacerlo en su idioma. Si todavía nos quedan dudas, aquí tenemos un par de gráficos que es posible que sorprendan a más de uno.
Si claramente preferimos expresarnos en nuestro idioma, ¿por qué ese empeño en usar el inglés a la hora de vender algo? Posiblemente se deba a esa falsa creencia que se nos ha impuesto de que si no hablamos inglés, nos quedamos atrás.
Nos quedamos atrás en aquellos mercados en los que se está produciendo de manera constante una comunicación a nivel internacional y, por lo tanto, se necesita un idioma vehicular. En un mercado nacional en el que mayoritariamente nos estamos comunicando con personas de nuestro país que solo quieren comer o cocinar, sencillamente nos estamos dirigiendo a ellas en otro idioma.
Al subirse al carro del inglés como clave del éxito para todo, muchos no entienden que no se puede aplicar las mismas estrategias comerciales en todos los contextos, y que no es lo mismo tener un conocimiento básico del idioma para defenderse en el trabajo y tener que usarlo hasta para pedir la cena después de un día agotador.
Tanta insistencia ha hecho que veamos a nuestra lengua materna como algo vulgar y de poco éxito. Creemos que delivery, take away, veggie, cheesecake, real food y batch cooking suenan mejor sencillamente porque no es español.
En una época en la que la cocina española está volviendo a sus raíces para valorar y promocionar sus productos, su tierra, su mar y sus costumbres, estamos infravalorando su lengua materna. Esa que ha dado palabras tan gloriosas como paella, fabada, sofrito, chorizo o ronqueo, y en la que podemos pedir comida a domicilio o para llevar, seguir una dieta vegetariana, preparar tartas de queso, alimentarnos con comida de verdad y hasta cocinar por adelantado.
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