Abadal Nuat 2011, el embrujo de la renacida picapoll
Si no fuera por la obstinación de Valentí Roqueta, muy probablemente la picapoll hubiera caído en el cajón de las uvas olvidadas.
Lo explicaré mejor: en 1983, cuando don Valentí, heredero de una larga tradición vinícola –documentada hasta el siglo XII, que se dice pronto– proyectó la bodega Abadal en torno a la masía familiar de Santa María de Horta de Avinyó, inspirándose en el modelo francés del château, tuvo el pálpito de que la picapoll le podría ayudar a diferenciarse.
Retrocediendo más de tres décadas en la historia vinícola española, hay que entender que el flechazo de Roqueta por una uva autóctona casi extinguida, sin mayor pedigrí, resultaba poco menos que una locura en una época en la que la práctica totalidad de bodegas catalanas se rendían ante el charme de la chardonnay, la sauvignon blanc y otras variedades con lustroso cartel internacional.
Aún así, don Valentí rebuscó por allí y acullá, indagando entre los viejos viticultores del entorno de Manresa –cuyo esplendor vinícola sucumbió tras la filoxera y el frenesí industrial que afectó a Cataluña en las postrimerías del siglo XIX–, para hacerse con el material genético necesario para recuperar a la sufrida picapoll. El próximo paso fue experimentar con las distintas vinificaciones hasta dar con la clave y alumbrar el primer Abadal Picapoll.
Hoy, este blanco fragante, con delicadas notas cítricas, acentos minerales y boca untuosa, tiene reconocido prestigio y es, claramente, un estandarte para Abadal.
Hay que decir, no obstante, que la bodega puntera de la D.O. Pla de Bages ya no está sola en su defensa de la picapoll: hay otras que también están sacando buen provecho de esta uva, sobre todo en el Ampurdán, en los viñedos más septentrionales de Cataluña.
Debido a ello, el Nuat 2011 que aquí nos ocupa se antoja un punto reivindicativo: con este vino, Abadal vuelve a alzar la bandera de la picapoll, aunque desde una perspectiva diferente, seleccionando minuciosamente las mejores viñas viejas de esta variedad, conjuntándolas con otras de macabeo (20%), vinificando con sumo cuidado, aplicando una maceración pelicular y una crianza de 10 meses en contacto con las lías.
El resultado es un blanco soberbio, con una singular expresión aromática en la que aparecen matices almibarados, herbáceos y de fruta madura, sobre un fondo mineral y una boca untuosa, suculenta y persistente, con una viva acidez que sugiere una extensa vida en la botella.
No cabe duda de que con Nuat 2011, la picapoll vuelve a sorprendernos. Muchas gracias, don Valentí.